Un retraso de casi 18 horas

El cumplimiento de los horarios de las hermandades es un aspecto que se suele analizar meticulosamente cada año, si bien se hace especial hincapié en que éstos se respeten durante el transito por la carrera oficial, cosa que por norma general se ha logrado en 2017.

No obstante, si nos ceñimos a las horas de entrada en los templos, esta circunstancia ha variado ostensiblemente, ya que sólo diez de las cuarenta y cinco procesiones concluyeron con adelanto, puntualidad o un retraso menor a cinco minutos.

Por ende, al sumar todo el exceso de las corporaciones de manera aislada, obtenemos una demora de 17 horas y 55 minutos, que, en la totalidad de la Semana Santa, supuso que la misma durara 3 horas y 37 minutos (un 4%) más de lo previsto.

Asimismo, la jornada que más se alargó fuera de sus límites fue la de Lunes Santo, que se prolongó 45 minutos más. De igual modo, el día cuyas cofradías sufrieron más dilación de media fue el Martes Santo, con 36 minutos, y el que menos – sin contar el Domingo de Resurrección (7)-, el Domingo de Ramos, con 11 respectivamente.

A fin de cuentas, este retardo, que en el global de la Semana Mayor se ha promediado en 23 minutos por hermandad y que en ningún caso concreto sobrepasó la barrera de los 58, es un compendio de datos a estudiar de cara a años venideros, ya que en el mismo radica mejorar una cuestión en la que están incidiendo muchas juntas de gobierno y que no es otra que la de “cuidar al nazareno”.

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