Dos ayuntamientos, media banda

La de la Merced no es una procesión al uso, porque tiene una serie de componentes que le confieren cierto carácter de oficialidad. De ahí, sin ir más lejos, la propia presencia de la Corporación municipal.

Desde que se tiene conocimiento, el Consistorio asiste de manera corporativa a la procesión del Santo Entierro, a la del Corpus Christi y a la de la patrona de la ciudad.

El protocolo marca que sea el presidente o presidenta de la Corporación la persona que cierre esa representación, portando el simbólico bastón de mando. Junto a ella, los tenientes de alcalde. Delante, los concejales, en filas de a dos.

Ha sido siempre habitual la presencia de los funcionarios municipales de mayor rango, comenzando por el secretario general. Hoy día, esa presencia es imposible, porque ya saben que no hay quien quiera ocupar esa silla.

Lo que vimos este pasado sábado no deja de ser una anomalía institucional, toda vez que la Corporación no caminaba unida, sino voluntariamente separada por decenas de metros, algo que incluso llegó a cortar la procesión.

Sin entrar en cargar las responsabilidades sobre los unos y los otros, lo cierto es que apena comprobar que los políticos trasladen sus legítimas diferencias a asuntos de carácter popular y social que en buena lógica deberían quedar al margen de estas cuestiones.

En 1929, el Ayuntamiento inició los trámites para la organización de una Banda Municipal de Música que, entre otras cosas, le acompañara en aquellos actos institucionales que así lo requiriesen.

Se dotaron 38 plazas de funcionarios para tal fin, convocándose las oportunas oposiciones. Pasado el tiempo llegaron las jubilaciones de aquellos músicos con plaza en propiedad y la plantilla se fue parcheando con personal contratado.

La historia, que es larga y compleja, vive ahora uno de sus episodios más tristes; con una formación que carece del personal humano necesario para interpretar cualquier partitura.

En una composición musical existen diálogos entre los instrumentos, como en una obra de teatro; y en la Banda Municipal de Música que ha llegado a nuestros días faltan tubas, bombardinos o trombones que respondan a los clarinetes, que suelen asumir el papel protagonista de cualquier obra.

A día de hoy, la Banda Municipal viene a ser algo así como una compañía de teatro que pretende interpretar ‘Romeo y Julieta’ sin Julieta. Romeo puede hablar lo que quiera, que no hay Julieta que le responda.

El actor que interpretase a ese Romeo se sentiría ridículo por muy bien que interpretase su papel, y el público a su vez quedaría defraudado.

En la procesión de la Virgen de la Merced vimos a dos ayuntamientos, que no se hablan; y a media banda, que cada vez que empieza a interpretar cualquier cosa es algo así como un Romeo que sube al balcón a sabiendas de que no va a aparecer ninguna Julieta para contestarle.

A ver si es posible que el próximo año equilibremos la balanza y tengamos a un Ayuntamiento (unido) y a una banda (completa), como siempre debió ser.

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