El ‘procés’ del Palquillo

Cada día que pasa va faltando menos para saber en qué quedan tantos meses y años de intrigas. Cunde en todo caso la sensación de que lo que finalmente ocurra no será ni mucho menos definitivo, que no habrá punto final, sino punto y seguido.

Ya no se libran guerras como las de antes. En Occidente, a los pueblos les basta la lapidación virtual para satisfacer sus instintos más primarios. Que el ‘meme’ haya ganado terreno al ‘cóctel molotov’ es algo que algún día tendremos que reconocer a Zuckerberg.

El ‘modus operandi’ del conflicto catalán tiene en el fondo tintes muy cofradieros. Se trata en definitiva de ganar una independencia que ni allí ni aquí se tiene ni se va a tener jamás. Al Estado le amparan la ley y su ‘peso’. El Gobierno catalán lo sabe, pero quiere aparentar que tiene la sartén por el mango.

El Consejo -las cofradías- no son independientes, ni lo van a ser nunca, salvo que algún día obtengan licencia municipal para levantar una ciudad de cartón piedra a las afueras en la que desarrollar la Semana Santa con palcos, sillas, angosturas a conveniencia y policías de pega.

Como quiera que la construcción de ‘pasolandia’ parece de momento inviable, es obvio que se depende del ‘dueño’ legítimo de las calles de verdad, que no es otro que el Ayuntamiento.


Es obvio que se depende del dueño legítimo de las calles, el Ayuntamiento


El Estado de derecho lo detenta en este caso el Consistorio y el Consejo –éste y el que venga- no deja de ser un ente más o menos voluntarioso que trata de aparentar cierta capacidad de decisión. Pero tanto en Cataluña como en el ‘procés’ del palquillo, la suerte parece echada desde hace tiempo.

La maquinaria ya se ha puesto en marcha, entre otras cosas porque el tiempo se acaba. Cuando La Borriquita se eche a la calle apenas quedará un año para las elecciones municipales, así que si hay que poner patas arriba la Semana Santa; o se hace ahora o no se hace nunca.

Parece claro además que a los medios que más esfuerzos han dedicado en la última década a la supresión de determinados tramos de la Carrera Oficial hay que servirles en bandeja de plata el ‘cadáver’ del palquillo. Mejor contigo, por si acaso.


Cuando La Borriquita se eche a la calle apenas quedará un año para las elecciones municipales, así que si hay que poner patas arriba la Semana Santa


Queda pendiente el asunto de la seguridad, que no es baladí si se tira de hemeroteca y se comprueba cómo fue el propio Ayuntamiento el que en los albores del nuevo milenio justificó el abandono de la Rotonda de los Casinos en su reducida superficie.

Será interesante comprobar cómo lo van a hacer ahora para convencernos de que se deben abandonar los espacios abiertos que entonces se buscaron en favor de enclaves más reducidos aún que aquella Rotonda que, decían, entrañaba un alto peligro por la acumulación de personas.

El Estado de derecho se impondrá y al Gobierno catalán no le quedará otra que bailar la sardana, aunque sea con cara de cabreo. Aquí también se impondrá ‘la ley’ del titular de las calles. La independencia, la suya y la nuestra, es imposible.

A  este nuestro ‘procés’ sólo le hace falta un Trapero que se ponga al servicio de la causa. En ello estamos…

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1 comentario
  1. Creo que es mucho más insegura la nueva Carrera Oficial. En un eventual ataque terrorista con un vehículo pesado, tendrían ahora mucha más facilidad para llegar a calle Larga (confluencia con plaza del banco) por Honda, Larga y Bizcocheros. No se pueden proteger con macetones porque por ahí llegan otras cofradías. No digamos, tampoco, si se produce un incendió o una emergencia en la propia plaza del banco, sería una ratonera. Creo que si se produce una tragedia las responsabilidades no sólo deberían ser políticas sino penales… como dice Rajoy ante el “proces” los políticos son los primeros que han de cumplir la ley.

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