La religiosidad popular en Andalucía

Es ese modo singular que tiene cada pueblo de incorporar sus propias vivencias a la esencia fundamental de la catequesis y el apostolado

Uno de los elementos culturales más complejos de Andalucía son sus manifestaciones de religiosidad popular. Un concepto que ciertamente no se limita a un sector de la sociedad, ni a las clases indoctas, ni al mundo rural, por poner algunos ejemplos.

La religiosidad popular refleja ese modo singular que tiene cada pueblo de incorporar sus propias vivencias a la esencia fundamental de la catequesis y el apostolado. Es, por tanto, la mezcla de las proposiciones legítimas con las costumbres culturales que guían, la mayoría de las veces, a una divergencia entre la expresión verbal y la conducta física, entre la tolerancia teórica de determinadas ideas y la forma observable en que se llevan a la práctica.

Esta mezcolanza se presenta más o menos ecuánime dependiendo de los pueblos y de los periodos que se examinen, pero es incuestionable que en la Andalucía actual se da un fuerte desequilibrio a favor de los elementos clásicos como componentes que determinan las expresiones de nuestra religiosidad popular que, sin duda, forman un reflejo de la cultura de la comunidad que les da vida, siendo por tanto sentidas como un símbolo de identidad y de pertenencia al grupo.

Ahí reside su atractivo patrimonial, pues sólo teniendo esto en cuenta pueden interpretarse las formas concretas de nuestros rituales, la repercusión expresiva de diversas devociones incluso en personas ateas, la necesidad de acudir a los pueblos o ciudades de origen en concretas celebraciones -especialmente en las fiestas patronales- o los cambios de éstas a fechas veraniegas para facilitar la participación de los desplazados como componentes de un grupo que los reconoce. Son estas manifestaciones de fervor -procesiones patronales o de Semana Santa- a las que se las conoce como expresiones de religiosidad popular, ya que es el pueblo el que se echa a la calle para glorificar a sus imágenes y son las hermandades y cofradías las que procuran el máximo acompañamiento posible.

La Semana Santa y su celebración en numerosas localidades de Andalucía cuentan con partidarios y, también, con detractores, ya que este tipo de religiosidad ha sido y es objeto de duras críticas, ya que incluso desde dentro de la propia Iglesia encontramos sectores opuestos a este fenómeno. En lo relativo a las procesiones de Semana Santa en Andalucía, por ejemplo, se las ha llegado a considerar como un “fenómeno presuntamente religioso, modelo herético y pagano desde el punto de vista de la eclesiología del Nuevo Testamento, un pecado heredado de nuestros antepasados”.

Sin embargo, todos los elementos de esta religiosidad popular deben ser analizados, según dijo San Juan Pablo II en 1982, con motivo de la visita a Roma de los obispos de las provincias eclesiásticas de Sevilla y de Granada, “con atención, respeto y, cuidado” porque representan “un fruto de la presencia fundamental de la fe católica” y “una experiencia propia de lo sagrado” recibida después de “numerosas influencias culturales que han dado a vuestros pueblos características propias“, aunque “es necesario al mismo tiempo vigilar, a fin de que los elementos menos perfectos de esta religiosidad popular se vayan progresivamente purificando y los fieles puedan llegar a una fe auténtica y a una plenitud de vida en Cristo“.

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