Jerez vive el inicio de la Semana Santa con una ‘pasión’ superlativa

La Hermandad de la Entrega de Guadalcacín hizo ayer historia al presentarse por primera vez en el centro de Jerez, en una gesta cofradiera sin precedentes
Fotografía: Cristo García

La Semana Santa de Jerez comenzó ayer con una gesta protagonizada por la todavía joven Hermandad de la Entrega, que cumplió el sueño de llevar a sus imágenes titulares hasta el mismo corazón de la ciudad desde la entidad local autónoma (ELA) de Guadalcacín. La cofradía culminó el itinerario más largo jamás conocido en España, de 13,6 kilómetros de longitud.

El cortejo de nazarenos partió de la parroquia de San Enrique y Santa Teresa al filo de las doce y media del mediodía, rodeado de una multitud que acudió a una doble cita con la historia. De entrada era la primera vez que esta cofradía traspasaba las fronteras del mundo rural para adentrarse en la trama urbana de la ciudad. Pero además de este apunte, no hay que olvidar que se trataba también de asistir al reencuentro con un cortejo de nazarenos, algo que en esta ocasión extraordinaria ha requerido de una espera de tres años que se han hecho eternos. 

Sobrevolaba por este antiguo poblado de colonización -surgido en los años cincuenta del siglo pasado al amparo de la actividad remolachera y algodonera-  una indescriptible sensación de incertidumbre, de estar viviendo en primera persona algo nunca antes conocido. El Señor de la Entrega fue recibido con aplausos, sonaron las primeras marchas de la Banda de Cornetas y Tambores del Santísimo Cristo de la Fe y del Consuelo de Martos y las primeras voces de mando del capataz, Tomás Sampalo, y sus auxiliares.

El Nazareno de Navarro Arteaga lucía túnica de terciopelo morada. Inmediatamente detrás, a su izquierda, la Reina de los Ángeles. Caía el sol de plano sobre el frontal de la canastilla del paso, felizmente tallada por Antonio Ibáñez y que ya apunta muy buenas hechuras, y podía además admirarse en su plenitud la totalidad de las imágenes que integran el grupo escultórico, incluidos los ladrones Dimas y Gestas, que son las obras que han rematado este llamativo conjunto.

Pero claro, todo eso era muy similar a lo que se había visto en otras ocasiones. Las singularidades de esta procesión superlativa empezaron a saltar a la vista en cuanto la cruz de guía puso rumbo al centro de la ciudad por la avenida de Nueva Jarilla y, sobre todo, por la que la debería llevar finalmente a San José Obrero, que es la periferia de la trama urbana de Jerez.  Porque ahí, pasadas unas primeras construcciones, la cofradía debía afrontar un inhóspito tramo de carretera. Ahí es donde de verdad se empezó a hacer historia con mayúsculas. 

Tanto es así que la presencia de los nazarenos de antifaz y túnica blanca con capa de color berenjena era saludada como la de unos auténticos héroes -esforzados de la carretera en el argot ciclista- a pesar de que la larga singladura apenas había consumido su primer tramo. Poco a poco, el cortejo fue tomando la ciudad, recorriendo avenidas por las que nunca antes habían transitado cofradías, pero ya al menos con la sensación de estar en Jerez. 

Para los 150 costaleros que se relevaban continuamente bajo las trabajaderas del Señor de la Entrega esta suerte de romería apenas entrañaba dificultad. Otra cosa eran ya los nazarenos, a los que de algún modo se trató de aliviar en todo momento imponiendo una velocidad de crucero que hiciera soportable la jornada. La propia hermandad, consciente de la dificultad de la empresa, arropó en todo momento a los integrantes del cortejo ofreciéndoles avituallamiento líquido y sólido con el que hacer frente a sus necesidades más perentorias. Y es que el objetivo no consistía únicamente en llegar a la capilla de San Juan de Letrán al filo de las ocho de la tarde, sino en culminar el itinerario de regreso a Guadalcacín. Por ese motivo se ofreció también asistencia sanitaria e incluso un vehículo de apoyo con el que atender cualquier imprevisto.

Entre las seis y las siete de la tarde se vivieron escenas mágicas alrededor del Señor de la Entrega, que en esos momentos se adueñaba del barrio de San Pedro y subía por la calle Larga en busca de la Alameda del Banco, desde la que accedió a Tornería para una vez allí hacer su primera estación de penitencia en San Juan de Letrán. En ese tramo de su prolongado itinerario le acompañó la Banda de Cornetas y Tambores del Rosario de Cádiz. En un ambiente de euforia se encontraron frente a frente Jesús Nazareno -imagen icónica de la más ancestral devoción jerezana- y ese otro redendor cargado con la cruz que llegaba desde el Jerez rural, el mismo que durante siglos cedió guardas de campo al Señor de Cristina para que le escoltaran en la Madrugada del Viernes Santo. Caía la tarde en el centro de Jerez y en Guadalcacín, que en silencio aguardaba el regreso de su Cristo y de su gente.

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Barbadillo procesionó por primera vez en una jornada que cerró La Sagrada Mortaja

Este Sábado de Pasión también dejó para la historia la primera salida a la calle de la Agrupación Parroquial de la Humildad de Barbadillo, que ha sido recientemente erigida por monseñor Rico Pavés. La imagen de Manuel Martín Nieto partió de su capilla -sede provisional de la parroquia del Rocío- sobre las cuatro y media de la tarde, haciendo estación de penitencia en la parroquia de Fátima.

La jornada la cerró la Hermandad de la Sagrada Mortaja, que salió de la iglesia de Capuchinos a las nueve de la noche, para hacer estación en la parroquia de San Dionisio tras completar un recorrido por el centro que llevaría al cortejo por la calle Paul, la plaza Aladro, Cristina, Larga, Lancería y Consistorio.

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