Caía la noche en la Alameda de Cristina cuando se abrían las puertas de Santo Domingo. Con unos 20 minutos de retraso se ponía en la calle la cruz parroquial que abría el cortejo de la Virgen de la Consolación. Cortejo formado por un gran número de religiosas de nuestra ciudad a quienes seguían las hermandades que residen en este templo como son la Oración en el Huerto y el Rocío.
Con mucha expectación, el público que allí se encontraba recibía a esta imagen copatrona de Jerez. Sobre unas andas portadas al hombro, con luz artificial y bajo un templete de plata, la Virgen de Consolación se hacía a la calle ataviada con manto y corona, de manera muy diferente a la última vez que pisó los adoquines de Cristina, en el Vía-Lucis del Año de la Fe.
El Coro de Capilla San Pedro Nolasco ponía la inconfundible nota musical al paso de la Virgen, que recorría la Alameda para volver a entrar en Santo Domingo por la puerta del reloj a las 10 de la noche. Una procesión corta en cuanto a tiempo pero intensa, exquisita y diferente a lo que todos pensamos cuando hablamos de “procesión extraordinaria”.
En los metros finales, la Virgen de Consolación pasaba por encima de los restos de una ‘petalá’ de panfletos de protesta, algo que viene siendo habitual en los últimos tiempos de la ciudad, al igual que la presencia de imágenes en la calle de manera extraordinaria en el otoño jerezano.