La historia gráfica de la Virgen del Carmen

La devoción jerezana a Ntra. Sra. del Carmen es una de las más arraigadas no sólo en ámbito local, sino en lo respectivo a la pluralidad de esta advocación a lo largo de España. De hecho, la talla, anónima del S.XVIII, ostenta el reconocimiento de haber sido la primera imagen carmelita coronada canónicamente y la octava virgen en lograr esta concesión, incorporada a la liturgia romana en el s. XIX.

Antiquísima imagen de la devoción carmelita en la que aparece sin corona ni niño en sus brazos

Esta raigambre se remonta a la orden sobre la cual se asienta la veneración, ya que la institución tiene tras de sí una densa historia de relación con la población. No en balde, llega en 1586 procedente de Sevilla, instalándose en el Hospital de la Sangre, antiguo asilo de San José, para trasladarse un año después a la ermita de San Benito, en el camino de Sevilla.

En 1600 se declara una devastadora epidemia de peste que lleva a los carmelitas a entregar su convento a los enfermos, transformándose por tanto en un hospital de incurables a las afueras de la urbe.

Ntra. Sra. del Carmen, en 1985

Durante un periodo de tiempo, los frailes viven en domicilios particulares hasta que se levanta el nuevo edificio religioso, que convierte a esta comunidad en la primera en establecerse en el territorio intramuros tras la recuperación del culto cristiano.

A partir de ahí, por mor de su desprendimiento para con los más necesitados, se extiende la notoriedad de la orden y el fervor hacia la Reina del Carmelo, que desemboca varios siglos más tarde (1925) en la mencionada coronación canónica.

Asimismo, este acontecimiento sin parangón cuenta con el impulso del por entonces prior, fray Luis María Llop, que logra contagiar su empeño a obispos y reyes, marcando por ende un antes y un después en el marianismo jerezano.

Para ello, se cuenta además con la complicidad de quienes serían posteriormente padrinos del acto: Fernando de Soto y Aguilar y Carmen Domecq y Núñez de Villavicencio, marqueses de Arienzo y de Santaella, Condes de Puerto Hermoso y Grandes de España.

En mayo de 1922 sale a concurso el anteproyecto de la corona, recibiéndose un total de 16 bocetos y seleccionándose tres de ellos. Finalmente, el jurado se decantaría por el proyecto presentado por el artista valenciano José David, de Játiva. La corona consta de dos partes: la imperial y la aureola o ráfaga. Está realizada en oro de ley y alrededor de diez mil piedras preciosas de todo tipo. 

En los años previos a su realización fueron múltiples las pequeñas aportaciones de oro realizadas por jerezanos de toda clase y condición. La corona tiene un peso de seis kilos y medio, aunque posteriormente hubo de ser reforzada su estructura, elevándose el peso actual a diez kilos. Llegó a Jerez procedente de la localidad setabense en la mañana del domingo 19 de abril de 1925, debiendo ser trasladada en automóvil escoltado por un capitán y varias parejas de la Guardia Civil. Ese día estuvo expuesta en el palacio de los Condes de Puerto Hermoso y posteriormente en el Ayuntamiento, ante el que cuentan las crónicas de la época que desfiló “todo Jerez”.

Las vísperas del día grande se vivieron con gran intensidad. Se celebraron dos quinarios simultáneos en las parroquias de San Miguel y Santiago. A esos quinarios les siguieron dos triduos preparatorios en la Catedral y la Basílica del Carmen, donde, por la noche, se celebró una Gran Vigilia de Adoración Nocturna a la que acudieron más de un centenar de secciones adoradoras.

En el día de la coronación, hasta siete sacerdotes estuvieron atendiendo los confesionarios; y a las tres y media de la madrugada empezó un turno de once misas consecutivas que se sucedieron hasta que a las ocho y media de la mañana la Santísima Virgen abandonó el templo camino del parque González Hontoria, lugar elegido para la proclamación. En ese traslado iba acompañada únicamente de la comunidad carmelita, el clero secular y el Ayuntamiento bajo mazas.

Mientras tanto, al parque llegaban los reyes de España, don Alfonso XIII y doña Victoria Eugenia. El rey vestía uniforme de Capitán General de la Caballería de Lanceros y lucía Toisón de Oro, Banda de la Gran Cruz de Mérito Militar y otras muchas condecoraciones. A continuación llegó el Nuncio de Su Santidad, monseñor Federico Tedeschini, con muceta de armiño y capa púrpura de cola larga. Previamente, y en un tren especial fletado desde San Fernando, había llegado una Compañía integrada por los alumnos de la Escuela Naval; una Compañía de desembarco del acorazado Alfonso XIII y otra de Infantería de Marina.

La Reina del Carmelo en el Parque González Hontoria tras su coronación

Después harían su entrada en el parque una Compañía del Regimiento de Pavía con bandera y banda de música, y un escuadrón del Regimiento de Lanceros de Villaviciosa con estandarte y banda de cornetas. Miles de jerezanos aguardaban en el recinto la llegada de la Virgen, que avanzaba por la entonces avenida de América, actualmente dedicada a Álvaro Domecq.

Había llegado el momento más esperado, la ceremonia de coronación canónica de la Virgen del Carmen. La prensa de la época cuenta que un silencio de expectación acompañó la entrada de la imagen en el parque.

Ese mutismo se rompió cuando el reseñado Nuncio colocó la presea sobre las sienes de la imagen mariana, momento en el que repicaron todos los campanarios de la ciudad.

La Virgen del Carmen a su paso por la calle Larga el día de su coronación canónica

Finalizada la ceremonia, se organizó la procesión que llevaría a la Virgen del Carmen a la entonces Colegial. Abrió marcha el escuadrón de batidores y banda de trompetas del Regimiento de Lanceros de Villaviciosa. Detrás, el pueblo, las hermandades y cofradías, comisiones, dignidades, la Virgen coronada, el nuncio, el cardenal Ilundain y los obispos españoles, el clero, los generales, soldados, bandas de música…

La Virgen del Carmen quedaría en la Colegial para presidir al día siguiente un solemne pontifical de acción de gracias, al que también acudieron los monarcas y al que seguiría un triduo.

Pasado este acontecimiento histórico, tanto en 1950 como en 1975 se celebraron con gran boato ambos aniversarios, dejando patente la vigencia de una devoción que, de igual modo, hizo que la talla fuera la elegida para presidir la procesión magna celebrada en Sevilla en 1951 con motivo del VII centenario de la entrega del Santo Escapulario a San Simón Stock.

Bodas de plata de la coronación canónica (1950)
Bodas de plata de la coronación canónica (1950)

 

En la década de los cincuenta, la imagen mariana procesionó dos veces con la corona de María Santísima de la Paz en su Mayor Aflicción por temor a que la presea propia de la virgen fuera sustraída
La Virgen del Carmen, en Sevilla
Besamanos y ofrenda floral con motivo de las bodas de oro de la coronación canónica
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