Era lunes y hacía algo de viento en Jerez. Las temperaturas no eran excesivamente frías, el termómetro llegó a marcar casi los 20º, pero la brisa hacía que la sensación de fresco fuera mayor. Podría parecer que aquel lunes –primero de la Cuaresma- volveríamos a la Avenida de las Acacias o, si lo prefieren, a la parte trasera de la parroquia de San Benito para encontrarnos un peculiar Vía Crucis.
En el Polígono ya habían dispuesto un acto piadoso con anterioridad, rara avis en las cofradías, cuyo ideólogo no era otro que el párroco que vio nacer a la hermandad que lo conformaba, La Clemencia. El siempre recordado Francisco González Cornejo, que había diseñado aquel Vía Crucis que comenzaba desde la parte trasera de la parroquia de San Benito en 1998, dirigía aún en 2008 espiritualmente aquella joven cofradía que tenía como hermano mayor a un jovencísimo Dionisio Díaz. En la mente de estos cofrades -ya del Martes Santo- se vislumbraba ya un paso de palio abocetado.
Hacía solo tres años de su llegada a la Carrera Oficial y el consejo que presidía Manuel Muñoz Natera había elegido al Cristo de la Clemencia para presidir el Vía Crucis de las hermandades. La corporación seguía insuflando aire fresco a una Semana Santa que buscaba ampliar sus horizontes y con este acto piadoso pudimos asistir a una consagración total y definitiva de la cofradía más joven en los días pasionales.
Varias horas de trayecto de ida y otras de vuelta de la Catedral para demostrar que un traslado desde los confines cofradieros era posible. Las solitarias avenidas -sobre todo a la vuelta- eran los caminos a recorrer, ya fuera un lunes de Cuaresma o el Martes Santo, hasta el centro que arropó entonces a la comitiva que presidía la imagen de los hermanos Ortega Alonso. El trayecto de ida se realizó en dos horas y media, 15 minutos más del horario previsto para el Vía Crucis del presente año.
El fin, el rezo, se cumplió dejando estampas inolvidables en el interior de la catedral. Eran tiempos del episcopado de don Juan del Río, de expansión de la evangelización a los barrios y este acto no era más que una nueva demostración de la nueva tendencia. Hoy se cumple una década de aquel día en el que la Clemencia derribó otro muro más.