Gabriel llegó a la parroquia de San Juan Grande acompañado de su padre Marcos. Eran las 16:15 y ambos cruzaban emocionados la puerta de la iglesia. El pequeño, de apenas 5 años, llevaba varios días preguntando a sus padres por el tiempo que haría el Sábado de Pasión, consciente de que sería el último que disfrutarían en la jornada de vísperas. Gabriel es menudo, inteligente y “muy cofrade”, cualidades imprescindibles estas últimas para comprender de qué hablaban los adultos días atrás.
En Puertas del Sur no había duda. Los bajos cristales de la parroquia mostraban las piernas de los inquietos nazarenos de túnica de inspiración misionera. Puntuales ponían los cofrades de vísperas por última vez a su Cristo de la Sed en la calle en esta jornada. Rosario de Cádiz apuntaba marcha tras marcha hasta llegar a San Miguel en unas tarde y noche frías por mor del viento. Las previsiones de lluvias dispersas no se cumplieron y las seis cofradías del día hicieron sus respectivas estaciones de penitencia.
Por ‘El Chicle’ vivieron la misma situación. El imponente –no por mucho verlo nos acostumbramos a tal empaque– Nazareno de la Salud, de blanco y con corona y potencias –no siempre ha procesionado así– volvía a llamar a sus vecinos al peregrinaje hasta San Francisco. La Hoyanca siempre responde. Volvieron a buscar con el Señor al Cristo de la Expiración y la Virgen del Valle, puede que por última vez.
De camino, un borrón. La hermandad desembocaba en la calle Santa María para el fin anteriormente comentado, ajena a la problemática sobrevenida. Varios coches, presumiblemente del parking de la Plaza Esteve, circulaban por la calle, con la consiguiente sorpresa de los allí presentes. El presidente del consejo, Dionisio Díaz, y varios consejeros, solicitaron a los conductores que estacionaran momentáneamente sus vehículos para que la cofradía transitara sin cortapisas. Así fue. Susto y desajuste en el tráfico que el CECOP no controló.
En el otro extremo de la urbe, en Guadalcacín, La Entrega hizo alarde de prestancia. Su misterio estrenaba dos romanos, uno de ellos a caballo, para completar el misterio de José Antonio Navarro Arteaga. El conjunto mostró una escena móvil y dinámica a la que las calles de la entidad local autónoma se le quedan algo pequeñas.
También de estreno estaban los cofrades de Picadueñas. La Virgen del Encuentro recibía los rayos del sol por primera vez y el Señor halló, ahora sí, un apoyo entre tanto espacio libre. En un candelabro, un lazo por el cáncer de mama, para la sensibilización y concienciación de una enfermedad que registra 25.000 nuevos casos nuevos al año en nuestro país. A las plantas de la Merced volvieron a realizar su estación de penitencia.
No hubo tampoco problema alguno -como se vaticinaba- entre la cofradía mercedaria y La Salvación, que un nuevo año mostró avances en la composición de su misterio, con la incorporación de una nueva figura. No obstante, la composición del misterio parece dejar algunas dudas, por la falta de visibilidad del Señor desde algunos ángulos.
De nuevo, y ya no es motivo de sorpresa, La Mortaja enseñó otro modo de presentar una cofradía de vísperas. Alejada de los cánones históricamente asociados a estas hermandades –usualmente de barrio–, la corporación de Capuchinos no puso en la calle grandes novedades ni estrenos, sino que su gran baza sigue siendo su carácter de estricto luto. El muñidor avisa la llegada de un decente cortejo previo al desmedido misterio de Antonio Venegas y José María Leal, objeto de saetas en la plaza Rafael Rivero a su vuelta. Entró, como nos tiene acostumbrados, varios minutos antes (más de 15) para cerrar un Sábado de Pasión que el viento enfrió por la tarde.
Dos cofradías se despidieron de las vísperas para seguir creciendo en la Semana Santa. Mientras, quienes permanecen en las vísperas seguirán alargando los veinte años que celebró el Sábado de Pasión.