Le dedicamos más tiempo a dar likes y retuits que a mirarnos a los ojos y decirnos lo que de verdad sentimos los unos por los otros.
Ya no se lleva decirle a los que quieres que los quieres. Ya no se lleva poner encima de la mesa del cariño la declaración de amor como primer plato.
No, no digo esa manida declaración de amor de ramo de flores, cena romanticona a la luz de las velas y cursiladas aprendidas de películas malas de sobremesa.
Me refiero a esas declaraciones de amor de verdad, esas que tienen la misma pureza que el primer o último beso del día. Me refiero a ese bendito calor de pecho ajeno que es un “vengo a por ti” que ya quisieran recetar los doctores.
No hay mayor libertad que sentirse querido…y que además te lo digan es ya rozar el paraíso prometido. No hay mayor desgracia que sentirse solo con la puerta y los balcones abiertos de par en par.
Menos San Valentín y más decirle de verdad a tu amor que es eso mismo: tu amor. Menos flores y más achuchones cualquier día a cualquier hora y en cualquier momento.
El equilibrio en el amor no existe, el contrapeso de los sentimientos siempre hará que te caigas tarde o temprano.
Morirse de amor debería de ser obligatorio.
Que le gusta al personal complicarse la vida el día de los enamorados mientras durante el resto del año se dedican única y exclusivamente a quemar el tiempo que un día les faltará.
Decir “te quiero” se está perdiendo…y yo siempre lo encuentro escapándose de mi boca cuando menos me lo espero buscando las mejillas de mi familia, de mis amigos o de mi amor.
¡VIVA EL AMOR CARAMBA!