“Eu sei que vou te amar”

La crónica del Domingo de Ramos

El reloj ya se acercaba a las tres de la madrugada del Lunes Santo. Cansado, andaba por la Calle Francos tras la espectacular entrada de la Hermandad del Transporte -que volvió a derrochar grandeza por su jubilosa impronta- y decidí echar mano del móvil para sobrellevar el camino a casa.

No sé qué toqué ni de qué modo deliró mi celular, pero repentinamente, en el silencio de la deshora, comenzó a sonar de manera espontánea esa “bossa nova” llevada al flamenco por El Cigala y compuesta por Tom Jobim y Vinicius de Moraes, que lleva por título “Eu Sei Que Vou Te Amar” -en castellano, “Yo sé que te voy a amar”-.

Tras el leve susto, decidí coger esos cascos que me habían acompañado en las retransmisiones radiofónicas para interiorizar esta canción y percatarme de que, en efecto, no podía ser casualidad que, luego del final de un Domingo de Ramos en el que la rebeldía de la tecnología había sido noticia, sonara esa letra tan inspiradora.

Y es que, con independencia de cualquier polémica, cuita o discusión, los cofrades comprendemos que hay algo en lo que sí que estamos -y estaremos- de acuerdo por más que pasen los años y el tiempo haga mella en cada rasgo de lo que somos.

No en balde, pese a que irrumpa imprevistamente el calor, todos sabemos que amaremos esa ilusión que ayer se hizo presente y por la cual se nos dibuja una sonrisa al poner nuestras miras en el patio de la Escuela de San José.

En esos instantes en los que cualquier detalle se hace lágrima, donde cada palabra es una letanía de cariño y la ternura es un escapulario o una palma…ahí, en el colofón de la cuenta atrás, está la certeza de aquello de lo que estaremos por siempre enamorados.

Y profundamente apegados nos hallaremos a que nuestros horizontes se vayan abriendo para afirmar que la Semana Mayor se ensancha y se engrandece cuando atisbamos la presencia de la cruz de guía de Pasión. Una corporación que rompe récords en lo relativo a horarios e itinerarios y que, por contra, ha hecho suyo eso del “a camino largo, paso corto”, pues progresivamente va añadiendo piezas al puzzle que supone una hermandad -en este caso, con el estreno de las imágenes de la mujer acusadora y una guardia del Sanedrín, obra de Antonio Dubé Herdugo-.

Sin embargo, el afecto es un elemento ambivalente que tiene todas sus acepciones en un recóndito rincón cuya luz radiante se muestra a lomos de un jumento y en un ambiente teñido de azul, blanco y un amarillo áureo.

Si Cristo Rey y el regocijo son sinónimos, la Estrella ostenta el honor de atesorar una elegancia y un fervor que bien podrían suscribir la socarrona petición de coronación canónica que llevo a cabo en su exaltación el pregonero, Ángel Luis Rodríguez Aguilocho, quien hizo dos ‘levantás’ de emoción a flor de piel justo al inicio de la estación de penitencia.

Asimismo, como amar es perdonar, y de eso saben en la Ermita de Guía, podemos entablar un prisma más de esa veneración indiscutible que estamos desgranando y que se manifestó en las personales andas del Santísimo Cristo del Perdón y María Stma. del Perpetuo Socorro. Éstas se van completando con novedades en el misterio y ponen de manifiesto ese característico gusto que impera en esta cofradía y que se observó en un exorno compuesto por rosas rojas y color champán.

Por otro lado, el alborozo se exhibió en ese ritual con el que la Albarizuela recibe primavera tras primavera a su fina pero jovial Hermandad de la Coronación, cuyo titular cristífero transitó, recién restaurado y en una remozada escena caracterizada por el rigor histórico, a través de un recorrido entrañable y evocador con el que la de los Desamparados logró embelesar a los numerosos fieles que se dieron cita en su transitar.

Igualmente, la evidente expresión pasional de El Transporte logró hacer palpable el concepto de la religiosidad popular, que se percibió en las formas y en el fondo de una corporación sin complejos. Todo ello sin obviar el pasado, pero mirando a un futuro prometedor que cristalizó en nuevas y restauradas piezas para unos pasos que se irán transformando en Semanas Santas venideras.

Por último, la salida procesional de Las Angustias fue un homenaje en su totalidad, pues durante la misma se honró la memoria de Manuel Ruiz-Cortina Reimóndez -histórico hermano fallecido en diciembre- en diversos pormenores por los que la del Humilladero se volvió a convertir en el arquetipo de la distinción en el conjunto de su cortejo y el esplendor que transformó, como siempre, lo íntimo en algo difícil de olvidar.

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