De un tiempo a esta parte, estamos siendo conscientes de que las circunstancias de excepción requieren medidas de excepción. Lo hemos comprobado, por mor de la epidemia del coronavirus, en diversos ámbitos, tales como los gobiernos de las naciones, los organismos rectores de las diferentes corporaciones y en instituciones de todo tipo.
El entorno cofrade, como es lógico, no ha eludido esta coyuntura y se ha preparado, con diversas decisiones, para afrontar con entereza una posible Semana Santa sin procesiones, que se está preludiando con esta “Cuaresma negra” exenta de numerosas convocatorias.
No en balde, recientemente se ha constatado que una de las citas más significativas, el pregón de la Semana Mayor, habrá de cancelarse a causa de esta situación anómala, cuyos estragos están siendo tan considerables como la altura que están demostrando muchos de los miembros de las hermandades.
Sin embargo, este valor moral tendría que persistir cuando hayamos superado la crisis del COVID-19 y el mismo se perpetúe como una mala pesadilla. En efecto, esta sensatez debería primar en el consejo para que, a pesar de que atraviese un proceso de renovación en su seno, se confirme que Pablo Baena pisará las tablas del Villamarta en 2021 a fin de exaltar La Pasión según Jerez.
Creo humildemente que resulta obvio y que es necesario algo así como un pacto entre el equipo directivo entrante y el saliente, pues como decía al principio, las circunstancias de excepción requieren medidas de excepción y el bornense no ha escatimado en ilusión y dedicación.
