Lunes de Mercadillo

Seguimos rescatando la premonitoria sección ‘Una Semana Santa cualquiera’, escrita por Pedro Pérez hace algunos años

Transcurre la tarde del Lunes y echamos de menos la resaca de aquellos memorables DOMINGOS DE RAMOS donde nuestra ilusión había devorado gran parte de las energías que, durante el resto del año, atesorábamos para tan grandiosa Semana. Basta darse una vueltecita por el centro para descubrir que no penden los focos de las televisiones locales de balcones y cornisas, y no se hallan las vetustas plataformas que elevan el campo de visión de unas cámaras de televisión que, a la postre, no transformarán, a través de las ondas, la realidad, en imágenes.

El deambular del escaso gentío que suele pasear por las calles del centro, denota que, la inexistencia de palcos y sillas ensombrece y atiborra de soledad nuestra mítica Calle Larga.

La tradicional visita a los Templos, que todavía están abiertos al culto, para poder contemplar los Pasos que cada día realizaban Estación de Penitencia, nos muestra que los mismos están despejados. Ni el más mínimo rastro de un zanco, de un respiradero, de un varal, de un cirio o un Altar de Insignias. Todo está dormido, reposando en la memoria baldía del reino de la nostalgia.

Los neumáticos de los coches no susurran con sus característicos chirridos, al contacto de una inexistente cera derramada. Qué más da saber si lloverá o no, a partir de las cinco de la tarde o si el manejo de determinados partes meteorológicos aumentan o disminuyen el riesgo de precipitaciones.

La recién estrenada primavera no asociará los aromas de azahar e incienso, porque tras cada esquina, tras cada rincón, ya no se escapará una oración implorando al Hijo de Dios hecho madera, ese favor o ese agradecimiento sincero.

La Hermandad de la Paz no podrá desparramar por la Barriada que toma nombre de nuestra Patria, los bríos de su debut. Los bomberos no desplegarán sus honores, al abrigo de centelleantes sirenas.

La Calle Tornería se hace más estrecha aun, y se encoge, porque le ahoga la pena de saber que la Hermandad de la Cena no la podrá transformar, aunque sea por un solo instante, en pedestal humano, donde el paradigma “costaleril” tiende puente de plata a la traición.

El jerezanísimo Barrio de la Plata no vestirá sus mejores galas para despedir, tan solo por unas horas, a los que son el alma de sus designios los trescientos sesenta y cinco días del año. La cigüeña en su espadaña no surcará los aires, asustada quizás, por el estruendo de un tambor que reza al único Nazareno Jerezano que, un día, paseó por Madrid.

La atmósfera catedralicia no se tiznará de rojizas bocanadas para aupar al decano de los Cristos que procesionan en nuestra Ciudad. Mientras, la Virgen del Socorro se tendrá que conformar con musitar su centenario Copatronazgo entre los rancios muros de la que es su casa.

La entusiasta muchedumbre que acompaña a la Virgen de Amor y Sacrificio ha optado por buscar el cumplimiento de sus promesas en la estela de otros rumores que no hablan de la austeridad, severidad y categoría de una Virgen que es la más acompañada en nuestra Semana Santa.

Fue un Lunes más. Quizás la bonanza climatológica de una incipiente primavera nos de pie para comentar, al abrigo de la noche, las ofertas que habíamos encontrado en el mercadillo de todos los Lunes, no para más. HASTA MAÑANA.

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