Según dicen las estadísticas, posiblemente soy parte de ese 0’00005 por ciento que contrajo una enfermedad de las denominadas “raras” después de vacunarse con Astra-Zeneca. Tras varias semanas de incertidumbre y andar con un pie aquí y el otro Dios sabe dónde, mi recuperación en palabras de uno de los médicos el día que salí de la UCI, ha sido “prácticamente milagrosa”. Mucha culpa de esto la tienen las personas que habéis pedido por mí, de ahí estas letras que, aunque no pueden abarcar todo cuanto tengo que agradecer, sirvan de alguna manera para haceros llegar mi eterno agradecimiento.
Ha sido un mes duro, muy duro, para mi familia, para mis amigos, para la gente que me quiere, en definitiva, para los míos que no faltaron ningún día agolpados a las puertas del hospital. Han sido muchísimas las oraciones, las muestras de cariño por las que me siento tremendamente abrumado y, por supuesto, eternamente agradecido a Hermandades y grupos de religiosos que sé y me consta que se han deshecho en oraciones. Y a mis Hermanas de la Cruz que tanto han pedido por mí, movilizando incluso a otros conventos de la Compañía y como no, a tantas personas conocidas o no, que me han tenido presente en sus oraciones. No sé cómo agradecéroslo, no podéis imaginar lo que me habéis ayudado, porque verdaderamente el poder de la oración y de la fe son imparables y esto puedo asegurar que es una verdad incontestable.
También quiero destacar, como no, la labor del equipo médico de la UCI del Hospital de ASISA de Jerez, que hizo un trabajo encomiable. Magníficos profesionales que, bajo la dirección del Dr. D. Andrés Sainz de Baranda, supieron detectar el problema y buscar una solución, mi eterno agradecimiento también para ellos.
Las Hermanas de la Cruz le han pedido mucho al Padre Torres Padilla, quien fuera confesor y director espiritual de Santa Ángela de la Cruz. Visto el resultado le pido yo también por vosotros, por todos los que empleasteis vuestro tiempo en tenerme presente en vuestras oraciones, de corazón os digo que tenéis mi eterno agradecimiento.
Este año es muy especial para mí. No sólo es el año en el que he vuelto a nacer, también es el año en el que mi Cristo de la Viga presidía el Vía Crucis de la Unión de Hermandades. Además, se cumple el veinticinco aniversario de la bendición de la Virgen del Consuelo (mucho que me agarré a la mano de la chiquitita de El Pelirón), y también se cumplirá el setenta y cinco aniversario de la llegada de las Hermanas de la Cruz a Jerez. ¡Cuanto te lo pedí Madre Angelita! Como buen cristiano que procuro ser, no creo en las casualidades, así que este es el año ahora me toca luchar por cumplirlas promesas que hice postrado en una cama de hospital.
Decía Santa María de la Purísima de la Cruz: “¡Que bonito es luchar cuando se tiene fe y se valoran las cosas a la luz de Dios! La vida es lucha, pero qué bonito es luchar cuando se tiene fe y se valoran las cosas a la luz de Dios, pues entonces todas las dificultades, contrariedades, etc. se transforman. La fe es la virtud que nos es más necesaria.”