Los traslados de las imágenes del Cristo de las Almas, el Señor de la Salud y la Virgen de Salud y Esperanza han sido un auténtico regalo para la ciudad. Especialmente para los cofrades, ávidos de cofradías en las calles con aire de días grandes y con un horizonte lleno de optimismo.
Tres corporaciones muy distintas entre sí, pero que comparten el buen hacer de las más jóvenes. Porque, aunque la Hermandad Sacramental de Santiago no sea una cofradía de penitencia (ni joven), en Cuaresma se convierte en algo especialmente sencillo y comprensible para todo el que se acerca a ella. Tan simple como que celebra sus cultos y un Vía Crucis y vuelve a la capilla del Sagrario para no olvidar el cometido principal sobre el que fue creada. Pero no por ello pasa desapercibida. El pasado viernes, el regalo fue de proporciones nunca vistas en la cofradía sacramental. El recorrido y el espíritu de los que acompañaron masivamente al crucificado atribuido a Diego Roldán y Serrallonga fueron exquisitos. El discurrir por el barrio de San Mateo, sumado a las visitas a las hermandades de La Vera Cruz y Las Tres Caídas, no pasaron desapercibido para nadie. Una verdadera maravilla.
En «El Chicle», quizás encontrásemos la quintaesencia de la popularidad cofradiera. El carácter alegre de sus vecinos es inherente a la manera de ponerse en la calle por parte de la Hermandad de la Salud de San Rafael. Su nazareno alberga más devoción cada día que pasa. Su advocación es, quizás también por los tiempos que corren, el mayor reclamo para una ciudad que, como en todo el mundo, se aferra a ella. Pero lo que dispusieron los cofrades del Martes Santo fue también de un altísimo nivel. Un recorrido más corto, pero igualmente edificante para sus vecinos. He aquí la responsabilidad que deben adquirir las cofradías de acercar a sus titulares a las casas de sus hermanos. El paso por la Ermita de Guía fue una verdadera delicia que recordó a aquel mes de enero del año 2013 en el que la corporación fue erigida canónicamente.
Por último, y no por ello menos importante, la Hermandad de la Clemencia agota los epítetos positivos que quedan en el tintero. Como se hacen las cosas en el Polígono de San Benito debería estar escrito en un manual para nuevos y antiguos cofrades. Mucho tiene que ver el empaque de la Virgen de Salud y Esperanza, advocación hecha realidad a las puertas del Hospital de Jerez, cuya prestancia parece estar siendo descubierta a pasos agigantados por los cofrades jerezanos. Pocas veces brilló tanto la corona de una dolorosa como lo hizo la que porta la imagen de Salvador Madroñal en su discurrir por el barrio de Santiago y en la llegada al centro de la ciudad. Estrenaba saya de José Librero, reluciente de igual manera. Una receta infalible, a la que hay que sumar los sones del Carmen de Salteras y el delicioso andar de una cuadrilla de costaleros comandada por Eduardo Biedma (su labor no será comentada aquí porque merece un extenso artículo dedicado al increíble trabajo realizado en la cofradía de San Benito).
Hoy, sendas imágenes presidirán un Vía Crucis absolutamente inédito y cuyos prolegómenos alimentan un inicio de Cuaresma sin parangón.
