Las señales de que los días pasionales se acercan son más que evidentes. El pregón de Eulalia Prieto no fue más que un aperitivo (delicioso, por cierto) de una recta final de la Cuaresma que ha tomado una velocidad endiablada. Los altares de culto y las galas de los besamanos ya se desmontan a excepción de dos irreductibles y jerezanísimos enclaves. Dos impertérritas cofradías que, como en la mesa, dejan lo mejor para el final. Además, y por segundo año ya, con una nueva compañía de bellísima hechura en La Trinidad.
Pero es que ya se han culminado casi al completo las agendas cofradieras y lo que queda es el último de los placeres para los sentidos. Ya están los pasos en las iglesias y las imágenes titulares subidas, cosa que indica que los floristas se apresuran a desembarcar sus mercancías en las sedes de las cofradías.
Aún quedan algunos traslados, pero la madrugada del Lunes de Pasión es como aquella noche de Reyes en la que los salones anochecen como siempre pero amanecen como casi nunca: revestidos de ilusión.
A apenas 5 días para la épica de los nazarenos de Guadalcacín y el fin de la espera. Sólo queda disfrutar lo que falta.