Llegaron a su destino: Jerez entró en la aldea

La entrada de Jerez en la aldea no tiene parangón, es un hecho. Decenas de filiales pisan El Rocío de maneras muy distintas, a su manera, ni mejores ni peores, pero es innegable que la Hermandad del Rocío de Jerez tiene en las calles Bellavista y Muñoz y Pabón un hervidero que es incomparable, por más que pueda parecer este un argumento cargado de chovinismo.

Desde la llegada a Manecorro, la impaciencia vuelve a germinar en los peregrinos que esperan, agarrados a la carreta del Simpecado, encontrarse con los suyos en esa micro-ciudad en la que se convierten estas dos calles -al menos por unas horas- en las que al calor climatológico hay que sumarle el devocional de los hermanos de la corporación rociera.

Sevillanas, paradas del Simpecado cada pocos metros, vino de Jerez para refrescar y celebrar la llegada de nuevo a la aldea… todo se conjuga en el lugar en el que los romeros jerezanos decidieron hace muchos años enclavarse y hacer de dos calles un hogar para todos.

En la calle Almonte, un paso fugaz junto a la casa de hermandad y, sin solución de continuidad, a las plantas de la Blanca Paloma. Allí no hay tiempo, todo es rápido y efímero. La salve, el himno, los vivas y hasta mañana en la misa.

Una misa que se ha convertido en el ‘primer’ encuentro de Jerez con la Virgen en la cercanía de la reja almonteña. Volverá a sonar ‘Dios te salve, Rocío’ en las voces del coro para ofrecerle a la Reina de las Marismas el corazón y, finalmente, descansar hasta que en la noche Almonte vuelva a entregar al mundo su tesoro más preciado.

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