Por ahí viene Joselito, como diría Kiko Veneno, desmontando lo malo y subrayando lo bueno.
Joselito tiene andares de ganador, de esos ganadores que son felices hasta con la derrota más dura. Para él, ganar es verse reflejado en tu cariño. Su pelo es del mismo color que el trigo cuando se cosecha. Su mirada es un perpetuo tirachinas siempre apuntando a cualquier resquicio de duda que tengas.
Siempre dispuesto a recibir los besos que le sobren, que se le caigan, que él tire por la borda para aliviar lastre. Percha que pide a gritos que se me cuelgue para sentirme el costalero más afortunado del mundo. James Dean le hubiera cedido el paso en cualquier barra de bar donde las camareras le regalan un ramillete de guapos cada vez que planta sus dos codos para ser mi secuaz más fiel. Tiene mirada de forajido bueno de película de vaqueros.
Si él no estuviera yo no sería yo. Solo soy un mero espectador de su día a día, eso sí con butaca en primera fila.
Aunque es doblemente tocayo mío, y a veces nos hablamos de usted para darnos nuestro lugar en la plaza, siempre acaba ganándome el terreno. Las noches se inventaron única y exclusivamente para que él me pida un beso de buenas noches
Astronauta con los pies en la Tierra. Domador de tiburones. En el sendero donde haya más cocodrilos. El que detiene los planes maléficos de los villanos. Vidas que me invento para que se crea que soy lo que de verdad se merece y a lo único que llego, como buen perdedor, es a dejarle día a día un pellizquito de una herencia a la que ningún impuesto le podrá jamás cobrar tributo.
Ojalá que cuando reciba mi último recibo del OCASO se acuerde de mí con una sonrisa de esas que le hacen sentir a uno eterno, exacto, esa sonrisa de forajido bueno de película de vaqueros.
¿Me cuentas una historia del Pirata Cara Peo? Claro Joselito, claro.
