Jerez es diferente. Para lo bueno y para lo malo. El cielo quiso regalarnos una Noche de Jesús para enmarcar. Sin feas nubes, sin viento, sin apenas frío y con cinco cofradías dispuestas a engrandecer la Madrugada del Viernes Santo pero, salvo en las salidas y recogidas de las mismas, muy poco público y mucha basura. Los palcos de la carrera oficial parecían pequeños almacenes de sillas apiladas y las calles se asemejaban a los muladares.
A pesar de ello, El Santo Crucifijo, El Nazareno, Las Cinco Llagas, La Buena Muerte y La Esperanza de la Yedra supieron enamorar a los cofrades que optaron por disfrutar -a pesar de los elementos- de una jornada tranquila, donde las devociones estuvieron por encima de otras cuestiones, aunque el silencio, el recogimiento, la música y las saetas fueran parte importante de una Madrugada que necesita de la consideración de todos.
No interesa porque los cofrades pijos de Jerez se van a Sevilla.