¿Faltan costaleros? No, faltan nazarenos

EDITORIAL

Hemos asistido en los últimos días a un debate público sobre la falta o no de costaleros, a raíz de los acontecimientos durante la Noche de Jesús en la Hermandad de las Cinco Llagas y que ustedes bien conocen ya. Los hechos son los que son, han estado a la vista de todos y aunque ha habido alguna que otra cuadrilla con serias dificultades, no es nada nuevo para las hermandades. Y es que en la historia de las cofradías, las mismas han pasado por momentos de bonanza y de dificultades en el ámbito de las trabajaderas. No hay que olvidar que no es hasta el año 1974 cuando se constituye la primera cuadrilla de hermanos costaleros, la de Las Angustias.

En las hermandades jerezanas no se puede asegurar que haya habido épocas de gran escasez, muy prolongadas en el tiempo, de hombres dispuestos a echarse los pasos a las espaldas. Si nos apuran, la ausencia de los costaleros profesionales pagados por las corporaciones permitieron a las cofradías jerezanas adherir a muchos que deseaban ser costaleros por pura devoción y, más tarde, afición. Es una realidad, sin connotaciones negativas. Los propios profesionales lo hacían por un jornal y ahora se hace (no en todos los casos) por gusto, más allá de la devoción que se le tenga a una u otra imagen.
Decía un capataz sevillano aquello de «yo no conozco a ningún costalero que no sea hermano de una cofradía», cuando se le preguntaba por la ausencia de devoción en muchas cuadrillas.

También, otro capataz, esta vez jerezano, dijo aquello de que «cobran los floristas, cobran los vestidores, cobran los tallistas, cobra el dorador, cobra el restaurador, etc. Los únicos que no cobran son los costaleros» (a lo que añadimos: y los pregoneros tampoco). Hay quien se atreve a pronosticar que volverán esas cuadrillas de profesionales y, si están en lo cierto, no sería ningún drama. Si no hay, se paga. Porque no todas las hermandades tienen el número suficiente de hermanos para sacar dos o cuatro cuadrillas, en función del número de pasos, y además un cortejo nutrido.

Es en este punto donde debemos hacernos una reflexión, ya que la Semana Santa de Jerez ha puesto en la calle 650 nazarenos menos, según los datos que ha ofrecido Daniel Carretero y que se pueden ver en el link de más abajo. La Semana Santa de 2022 ha sido la primera pospandemia y, cuando los datos de nazarenos ofrecían una foto fija de cómo las cofradías fueron capaces de sumar hermanos a sus filas en los momentos económicos más adversos del siglo XXI (hasta entonces), hoy la situación es bien distinta.

Que haya hermandades que pierdan un significativo número de nazarenos en dos años puede indicar muchas cosas. Es posible que la pandemia haya dado el empujón a unos cuantos que, cansados de sufridas estaciones de penitencia en las que parece importar más un saludo engarzando 3 ó 4 marchas mientras el cortejo está parado, han decidido colgar la túnica hasta nuevo aviso. Ya ha dicho el presidente del Consejo que las cofradías no andan y que revisarán los tiempos de paso y los horarios e itinerarios. Por algo será.

También es posible que la situación económica sea otro factor clave. Como en la crisis de 2008, las cofradías han podido ofrecer a sus hermanos facilidades para pagar la papeleta de sitio o, incluso, que fuese gratuita. Y nos consta que lo han hecho. Es entonces cuando entra otra opción: la desgana. Salir de nazareno no es una experiencia cómoda. Puede ser provechosa y disfrutada interiormente, pero cómoda y animosa no es. O no debe serlo, mejor dicho. «Nos hemos mal acostumbrado a vivir sin cofradías», nos comentaba un buen amigo hoy mismo. Y esa puede ser otra razón.

Por último, y no por ello menos importante, los climas internos en algunas cofradías no crean el caldo de cultivo necesario. Algunas corporaciones, bien es sabido por todos, están sumergidas en complejos procesos internos que han desembocado en varias disputas. Juntas entrantes, salientes, candidaturas contrapuestas… No nos pondremos a enumerarlas ni a buscar las posibles consecuencias a las mismas, pero parece evidente que las rencillas no crean un clima propicio al crecimiento de las cofradías. Las decisiones de la pasada Semana Santa, además, no calman los ánimos en algunas de ellas. Deben resolverse pronto y fraternalmente.

Todos estos factores juntos, o por separado, crean el cóctel perfecto para que suceda lo que nos ha reflejado Daniel Carretero en un informe que, un año más, es para quitarse el sombrero. La ausencia de nazarenos en los cortejos de la Semana Santa de 2022 no debe ser tomada como un asunto baladí. Debe atajarse y tenerse en cuenta en el seno de las cofradías, empezando por retomar el espíritu de la crisis financiera de principios de siglo que convirtió los cortejos en los más numerosos, probablemente, de la historia de nuestra Semana Mayor.

Porque a la lista de floristas, vestidores, músicos o artesanos, que cobran de las cofradías, podemos añadir a los costaleros. Pero a quien nunca podremos pagar es al nazareno.

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