Me quedo y no me quedo

Me quedo con enterarme de cómo está el tiempo al abrir la ventana a un nuevo Domingo de Ramos. No me quedo con partes salidos del misticismo y la superstición de los impacientes.

Me quedo con la Cuaresma, fervorosa, vivida desde la ilusión, disfrutada en cada uno de sus actos. No me quedo con las cuaresmas entrenadas de algunos que piensan que aquello que huele a ceremonia está desfasado.

Me quedo, sin duda, con la subida al paso del Señor del Consuelo. No me quedo con el querer instaurar nuevos actos a base de probar inventos que ya se supieron fallidos.

Me quedo con los besamanos del Viernes de Dolores. No me quedo con los ‘pasitos’ del Viernes de Dolores.

Me quedo con los estrenos. No me quedo con las ansias de estrenar.

Me quedo con la Hermandad de Pasión, que hizo tan suyo el Domingo, que nos olvidamos de que se estrenaba. Parecía que llevaba años saliendo, parecía hecho a su medida. No me quedo con el clasicismo más predecible, se puede ser clásico y sorprender. Que le pregunten si no, a las Angustias, o a la Amargura.

Me quedo con la Paz de Fátima, la Exaltación y el Loreto en el entorno de la Alameda Cristina. No me quedo con la Cena y el Cristo, en ese mismo entorno, dándoselas de importantes, cuando olvidan que aquí los únicos que tienen importancia son Dios y su Madre, el resto somos todos iguales. Más es menos, y menos es más.

Me quedo con los cortejos apretados, esos que hacen continuo su deambular penitente. No me quedo con los cortejos que alargan sus distancias por la necesidad imperiosa de aparentar que son más de lo que todos sabemos que son en realidad. Diputaciones de Gobierno, la moda de nazarenos de 20 en 20 acabó hace mucho.

Me quedo con los celadores de la Yedra. Ejemplares y agradecidos por nuestra labor. No me quedo con esos otros celadores, demasiados celadores, que increpan por las pastegas en alto, e impiden realizar cómodamente un trabajo que medio Jerez está escuchando. Por cierto, no es por capricho, si no se alza la pastega de entre la bulla, no llega la señal. Pregúntese esto, señor celador, ¿quiere que su hermandad se escuche o no?

Me quedo con el civismo del cofrade y la compostura de los nazarenos. No me quedo con la policía, que pareció no estar. Ni mucho menos con el inconsciente conductor del autobús.

Me quedo con la tradición, en masa. No me quedo con la masificación de la tradición.

Me quedo con quien no le gusta esto, y respeta. No me quedo con aquellos que no son coherentes, y demandan una tolerancia que no son capaces de demostrar.

Me quedo con los que no saben ver, pero saben estar, antes que con los que saben ver, pero no saben estar.

Me quedo con el silencio al pasar los pasos. No me quedo con los barullos durante los cortejos, ni con los murmullos incesantes.

Me quedo con los que se embriagaron de Gloria, de Pasión y sentimiento. No me quedo con otros embriagados. Algo hay que hacer en Madrugá…

Me quedo con Perpetuo Socorro, Perdón, Candelaria, Soberano, encarados a Eva Castañeda. No me quedo con la difícil situación por la que está pasando.

Me quedo con lo logrado. No me quedo con los remiendos provisionales a problemas pandémicos que sabemos que hay que atajar ya.

Me quedo, sin lugar a dudas, con el palio de Salud y Esperanza.

Me quedo con la vivencia íntima.

Me quedo con Piedad en casa a las 3.

Me quedo, siempre, contigo, Semana Santa.

No me quedo con la nostalgia que me provoca tener que decirte otra vez, hasta el año que viene.

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