El tiempo normal

De lo vivido…

Apenas fue un abrir y cerrar de ojos y todo volvió al cajón de lo deseado. ¡Que poco dura la intensidad del momento para el que lo vive de verdad!

Que la Semana Santa es simple y llanamente un estado del alma es algo que queda meridianamente claro cuando te brillan los ojos hablando de Ella con la misma intensidad que te brillan cuando la ves pasear por las calles de tu pueblo.

Dulce sensación en la que se acuesta el alma para saber que el mundo en el que vivimos no es ni mucho menos un valle de lágrimas. Está claro que si fuera un valle de lágrimas ni existirían los Palios de vuelta ni las abuelas guapas que peinan monaguillos guapos.

La vida es un anhelo perpetuo de lo que has vivido y sabes que volverá, esperanza pura que revolotea momentos de tu día a día que bien valen ser subrayados con una sonrisa que valen el paraíso.

Puro tiempo perdido es aquel que pasa sin pena ni gloria. Lo vives y lo tiras. Ese tiempo que vives normal, sin que ninguno de tus sentidos sea capaz de tocarte el hombro es el mismo tiempo que el Maestro te demandará cuando te de diga el “venga de frente definitivo”.

Si huele a azahar y a cera el tiempo vale doble…y se recuerda doble.

Si hay un Palio en la calle el tiempo no vale nada…y se recuerda siempre.

Si hay un nazareno de vuelta a casa con la estación de penitencia cumplida el tiempo se para…que para eso los nazarenos son relojeros perpetuos de las tradiciones.

¡SONRÍE! Si de algo vale vivir intensamente la Semana Santa es por eso mismo, nos enseña a saber que lo vivido intensamente se recuerda y se deja de herencia de generación a generación.


¡VIVA LO VIVIDO CARAMBA!

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