Un fugaz deleite para los romeros jerezanos

Fotografía: Jaime Bilbao Costa

Corrían las 10:23 horas de un nublado Lunes de Pentecostés y la muchedumbre arropaba a Nuestra Señora del Rocío acompañada del peculiar runrún que suele imperar a su paso, un son que mezcla las campanas de las sedes de la aldea con la algarabía que envuelve a la Reina de las Marismas, que este 21 de mayo transitaba más rápido de lo normal.

De pronto, un nuevo eco brotaba en la calle Almonte para revelar que, sin duda, la Blanca Paloma se aproximaba un año más a la casa de hermandad de Jerez de la Frontera. En efecto, las palmas por bulerías se han vuelto a hacer presentes cual fiel emblema de la filial del cordón morado, abanderada por Fray Juan Franco y Fray José Gil -director espiritual de la corporación​-, que enérgicamente han reclamado la venida de la imagen mariana al entorno del porche de los brezos.

Y así ha ocurrido. La Virgen ha avanzado entre el gentío y los casi tres minutos que Ésta ha persistido en el enclave se han convertido en momentos de deleite rociero durante los que no han faltado los rezos, la petalada y, cómo no, los típicos empellones por los que la patrona del poblado onubense ha llegado frente por frente al simpecado de la filial jerezana.

En conclusión, la de este 2018 ha sido una visita mucho más efímera y tempranera -el año pasado arribó a las 12:11 horas- que, sin embargo, no ha ido en menoscabo de la devoción por la que tantos romeros han peregrinado desde el pasado miércoles.

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