Un gozo inaplazable

Podrían salir a la palestra numerosos refranes y proverbios rebuscados a fin de resumir lo que dio de sí el Domingo de Ramos de este 2018, pero en este caso no hay dicho más idóneo para compendiar lo que ayer sucedió que el minimalista y acostumbrado “nunca es tarde si la dicha es buena”.

Y aunque para un cofrade apegado, a tenor de lo sucedido, ésto no necesite mucha explicación, hemos de remontarnos al principio de una jornada que llegó con noticias, ya que la Unión de Hermandades comunicó a través de sus canales oficiales que la jornada se retrasaría una hora debido a la inestabilidad de la meteorología.

Ciertamente, no era nada halagüeña la imagen panorámica del cielo jerezano, que estaba completamente cubierto de unas nubes que, aunque no eran temibles de cara al desarrollo de la tarde -en opinión de los expertos en borrascas y anticiclones-, hacían saltar las alarmas de los que tanto aguardaban la llegada de este 25 de marzo.

Un día que finalmente sí pondría rumbo a la normalidad a las 16:10 con una Hermandad de Pasión que mostró la nueva imagen -Malco- de su sugestivo misterio; grupo escultórico que ya va tomando forma en ese concepto teatral según el cual se perfilará aún más la escena de las negaciones de San Pedro.

La flamante cofradía del Pago de San José discurrió, en su segundo Domingo de Ramos, los más de 8500 metros de su recorrido con paso firme y solvencia, casi adivinando de manera metafórica el camino que habrá de tomar en el devenir de los próximos años: siempre con decisión, pese a que la vereda se torne extensa.

Y de ésto bien saben los hermanos del Perdón, que descubrieron una novedad que aunque pudiera resultar baladí a niveles patrimoniales, supone otro paso más en el sendero que pretende tomar la de la Ermita de Guía en pos de alcanzar su anhelado sello.

En efecto, el paso de misterio donde procesiona la talla cristífera de Pinto Berraquero estrenó unos candelabros -de Álvaro Berrocal– que confirmaron el estilo que está adoptando la hermandad: clásico y armónico en la calle y con visos de crecer en otros muchos aspectos.


En distinto orden de cosas, y prosiguiendo con este postergado preámbulo, también vio la luz en la Borriquita la nueva talla del hombre hebreo, de Fernando Aguado, que personificó al detalle la incertidumbre y temor que Jesús creó al Sanedrín con su entrada triunfal en Jerusalén. Llegada que en Jerez se acogió de un modo diferente, pues nuevamente se hizo real el desfile de la nostalgia que efluye de la ilusión y el alborozo de cada uno de los niños que parten desde la Escuela de San José.


Asimismo, la alegría se hizo presente por enésima vez en ese ceremonial con el que la Albarizuela recibe año tras año a su elegante pero jubilosa Hermandad de la Coronación, cuya dolorosa transitó, recién restaurada y exornada excelemente con orquídeas, por el nuevo itinerario de vuelta -más íntimo- con el que la de los Desamparados logró embelesar en los pequeños rincones, como el de la vetusta Calle Prieta.


El alarde pasional del Transporte consiguió elevar a la máxima potencia el significado de la religiosidad popular, que cobró sentido en las formas y el fondo. Todo ello sin obviar el pasado, pero mirando a un futuro prometedor que cristalizó en nuevas y restauradas piezas para unos pasos que se irán transformando en Semanas Santas venideras.

Por último, la Hermandad de las Angustias volvió a ser un todo, uno de los cánones cofrades desde el principio hasta el fin de su séquito de nazarenos, siempre compacto y plástico en su figura unísona, así como impecable en el andar de un paso que marchó acompañado por ese sonido del Domingo de Ramoscomo pregonó Antonio Gallardo– que surge de las voces blancas de la Escolanía del Colegio Oratorio Festivo.

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