Jorge Pulgar – @JPulgarSalgado
Periodista. Isla Cristina (Huelva) aunque lleva media vida en Sevilla. Escribe sobre curiosidades, como enfrentamientos entre hermandades de pueblos en Andalucía, y analiza las vestimentas de imágenes marianas. Ha aparecido en el documental. ‘¡Dolores, Guapa!’ (FILMIN).
La Magna Mariana de Jerez de la Frontera es el evento cofrade del año. Por las dimensiones del evento, la cantidad de cofradías implicadas (foráneas y autóctonas) y el aire que se respira en la ciudad. Hay un trasiego de coches y extranjeros pululando con las calles, las banderolas con el anagrama de María las adornan y las vecinas, en sus corrillos, la mencionan entre sus quehaceres. Como si fuera una exposición universal, la Magna es de esas cosas que, aun sin haber pasado, ya han hecho historia.
Historia que se hace en los barrios y en los templos. En el Chicle, recibiendo por primera vez a su Madre, en el Calvario, condensando las obras maestras de Ignacio López, en San Miguel, donde han florecido los pasos de palio o en la Capilla del Amor, donde se ha cumplido un sueño.
Y, como en toda buena procesión, en Jerez se han preparado a sus Vírgenes para que derrochen buen gusto y elegancia por sus calles. Puntos de aguja, mantillas españolas, encajes de Bruselas, conchas de oro y un sinfín de joyas se han dispuesto para para engrandecer, más si cabe, el basto patrimonio que se atesora. Y de qué manera.
Mi punto de partida es la Virgen de los Dolores, la madre del Señor de las Tres Caídas. Una imagen que es excelente por si sola pero que, bajo las manos de su experimentado vestidor José Carlos, llega a las cotas de insuperable. El delicado giro de su cabeza está perfectamente conjugado con un tejido bordado, recogido a tablas en la frente y las cocas, cruzándose en el pecho. Tiras de brillantes morados y blancos enmarcan esta sublime Dolorosa que porta un gran puñal, símbolo de su preciosa advocación. La guinda del pastel es la postura de sus manos, cruzadas en torno al rosario, llevándoselo al pecho. Un ejemplo perfecto de cómo saber trabajar las formas de una imagen de vestir y aprovechar la teatralidad con los elementos que se tienen. La escena la completa una talla de San Juan Evangelista, el toque extraordinario.
Un par de calles más abajo nos detenemos en San Mateo, casa de uno de los buques insignia de Jerez, el Desconsuelo. Presidiendo su magnífico palio y acompañada por una de las mejores tallas de San Juan Evangelista la Virgen está magistralmente ataviada siguiendo los cánones clásicos.
Con un gran tocado abierto realizado con encaje de Bruselas, jugando con el complicado giro de la talla al abrir más el pecho. El toque extra viene de nuevo con las manos, buscando el apoyo en el discípulo amado. Un detalle bonito y sutil pero lleno de simbolismo.
Callejeando llegamos a la Merced y a la blanca Reina del Transporte. Aquí tenemos condesado todo el arte y la estética imperante en la Semana Santa como la conocemos hoy en día. Heredando la mejor impronta trianera que Fernando Morillo se trajo de Sevilla a Jerez. Con aires de barrio, enseñando un tocado abierto como una flor, con muchos volantes y un pico recogido en la frente. Espectacular, como siempre, la Virgen de la Misericordia.
Subimos la calle Merced y llegamos a la iglesia de Santiago. Centrándonos en los palios nos encontramos al Dulce Nombre, muy realzada con una mantilla española, toca y el manto recogido a la cintura, al estilo de los años ochenta. Como contraparte tenemos al Desamparo, madre del Prendimiento, primorosamente vestida por José Luis Romeral y llevando sus icónicos pendientes de coral rojo.
No podemos pasar por aquí sin desviarnos rápidamente por la calle Taxdirt (antes de La Sangre), donde en la Capilla del Calvario se reúne lo mejor de la obra de Ignacio López: la dramática y bellísima Virgen del Mayor Dolor, sencilla pero preciosa con un tocado suelto y el imponente misterio de la Piedad, algo completamente único en el mundo: las Marías ensimismadas cosiendo mientras la Magdalena y el San Juan consuelan a la Virgen, preciosamente vestida usando un velo bordado.
Podría pararme igualmente en San Miguel, Capuchinos o los Desamparados, en San Juan de Letrán, Santo Domingo o en La Victoria, salir a las torres, la plata o las viñas. Acercarme a San Gabriel, la Ermita de Guía o a San Telmo pero tengo que terminar en la calle del Sol, justo en la plazuela. El típico tópico que usa el foráneo cuando quiere presumir de catavinos. Y con razón. La capillita de la Yedra está desbordada de Esperanza.
Bellísima, muy fiel al estilo con el que se la conoce, mayúscula. Ancha y jerezana, ya enjoyada para que nadie se pierda el escándalo que sale en la Magna. Portando el cetro de la Merced y con la luna del Carmen a sus pies. Cuantísimas oraciones y desvelos condensados en un espacio tan pequeñito. No se me pase hablar del Amparo, preciosa, estrenándose bajo palio con aires de polvorín ayamontino.
Los jerezanos tenéis que estar muy orgullosos de lo que tenéis, de cómo todos los ojos van a estar pendientes de vosotros el diecinueve de octubre. Jerez ha demostrado, con creces, cuanto quiere y mima a la Virgen, el cariño con el que se la viste para presentarla al resto del mundo. Esto es fundamental, ya que una imagen de vestir necesita de unas manos hábiles que la terminen y una cabeza que piense qué y cómo hay que ponérselo.
La fama que tiene la Semana Santa jerezana goza de una salud excelente y el nivel de las vestimentas está a la altura.
El arte de vestir a María Santísima no tiene fronteras.
Magnífico artículo, Bravo Jorge 👏 👍 😉
Magnífico trabajo. Muy bien Jorge 👍