Bajo el hielo de la hipocresía

Queda algo más de una semana. El día 15 el rompecabezas estará completo y todo quedará en una horrible pesadilla de 11 largos años. Un día más tarde, contaremos aquello de “Un sueño cumplido tras once años de exilio forzoso (capítulo 2)” y todo quedará atrás. Nada que no intuyan ustedes, porque no cambiamos nuestro modus operandi.

Sin embargo no encontraremos eso en quienes nos han acusado una y otra vez de “secuestrar” la ciudad con 1 procesión en invierno, 2 en Cuaresma, media en verano y 17 procesiones en otoño. Diecisiete. No seré yo quien ponga en duda el exceso de salidas extraordinarias, ni mucho menos, creo que es conocida mi postura desde hace varios años, pero el sábado 15 esos que escribían sobre “cortes de tráfico por más procesiones” o que argumentaban que “los Sagrarios más solos que la una”, no solo no dirán nada en contra sino que, además, ensalzarán lo castizo del barrio de Santiago, sus gentes, su idiosincrasia, lo flamenco del mismo, la relación con su hermandad del Prendimiento y, ya puestos, dos huevos duros.

No tendrá reparo este periodismo generador de odio en grabar sus vídeos de saetas, que habrá y muy buenas, subirlos a las redes sociales y reírse con ello de todos los que vayamos a ver al Señor y a la Virgen, con el aliciente y aderezo -no lo niego- de escuchar a Santiago cantándole a Jesús del Prendimiento y María Santísima del Desamparo. Ese día no importarán los cortes de tráfico. Al día siguiente no importarán los Sagrarios vacíos -que por cierto, será domingo-. No, ese día no importará.

Como no importará a diversos dirigentes políticos afines a lo mencionado anteriormente los artesanos relacionados con lo sacro. Esos ciudadanos no merecen ser Xerezarte -ni media vuelta tiene el nombre, les diré también- porque ellos contribuyen al “derroche y la ostentación”, como si esos trabajos salieran de los mismísimos bolsillos de Amancio Ortega y ellos no fueran fruto del empleo y el trabajo de artesanos que satisfacen demandas de ‘la gente’.

Por eso, bajo el hielo de la hipocresía se esconden quienes atacan y luego callan o, por cierto, quienes hablan sin entender -o siquiera leer- lo que dicen las palabras que anteceden a este terco final. Y ahora, como mi tierra es como es, barra libre de etiquetas. Adelante, no se corten.

Feliz viernes, a todo esto, que parezco un maldito misántropo.

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