La mujer impaciente

Les sitúo. Calle Taxdirt -otrora ‘la Sangre’- con Armas de Santiago. Escolta a caballo a mitad de esta última calle y mucha, muchísima gente en dirección a la confluencia con la calle Cantarería o, como dice la canción, “donde las macetas bailan por bulerías”.

Allí, en pleno corazón del barrio de Santiago la hermandad del Prendimiento se retrasó por motivos más que comprensibles. A lo estrecho de las calles como Nueva y la propia Cantarería se sumaba el numeroso público y el jolgorio de sus vecinos que ‘obligaba’ a parar los pasos frente a las casas de vecinos de un barrio que rebosa algazara por cada uno de sus rincones.

La escolta a caballo, detenida por un tiempo considerable, finalmente avanzaba dando paso al cortejo del paso de misterio. Allí, una mujer -como muestra representativa de otras muchas personas- se asomaba en la acera, intentando vislumbrar al menos los ciriales que anunciaran la llegada de Jesús del Prendimiento tras varios minutos de espera.

“Que no, que todavía no llega, no mires más porque le queda un ratito… ¿no ves que en Cantarería se tiene que estar entreteniendo con los vecinos?”, espetó su hijo ante tanta insistencia por buscar la llegada del Señor. Finalmente apareció -no les diré cómo, ustedes ya conocen la hechura del Prendimiento- y la impaciencia se transformó en entusiasmo. Conforme se acercaba, la mujer repetía la misma frase: “Qué bonito es”. Y tal como llegó, se fue; y pese a que estuviera hasta ‘las tantas’ -y a Dios gracias- en la calle, el cuerpo pedía seguir tras el Señor y la Virgen, que acudió a la cita para recibir una petalá en la citada calle Taxdirt.

Es un mero ejemplo, un solo. Diversas formas, mismo fondo. Hay explosiones de júbilo y hay maneras más discretas de mostrar fascinación por Jesús del Prendimiento. Aunque no debería decirlo, esa mujer es mi madre, que acudió a ver al Señor y a la Virgen a la calle donde nació -justo en frente del altar que preparó la peña rociera Romero Verde para la Virgen del Desamparo- para recordar aquellos años en los que el Prendimiento salía de Santiago -“íbamos calle abajo”- y la Piedad bajaba esplendorosa hacia la plaza.

Por eso el Prendimiento es tan extraordinario, porque la fe hay muchas maneras de entenderla.

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