Es demasiado pronto como para andarnos con torpezas y disparates que tienen como fin la defensa a ultranza de los egos. Se cae en la cuenta a veces de las contradicciones del cofrade, aquella que nos deja en muy mal lugar y que se traduce en prendas de colores con lemas hooliganescos que jamás se convierten en realidad. Esta incoherencia de llenar los bancos de cualquier templo para encontrar un hueco bajo una trabajadera y no hacer lo mismo cuando toca jurar las reglas en una Función Principal. El lema de tu camiseta debería ir acorde a la responsabilidad que tienes para con tu hermandad.
Pero no es así. Ahora se prefiere otro recreo. Hoy por hoy escribir esto que cuento es un arma de doble filo; luego todo se sabe y quien más quien menos tiene un borrón en su haber. Normal, por otra parte. Quién no es humano…
No obstante, conviene no entrar en nimiedades ni darle mayor importancia a cosas que ocurren en el seno de cada corporación, aunque algunos se froten las manos para escribirlo, de eso no hay duda. El lector convendrá conmigo -o no- en que tenemos fecha de caducidad, para todo. La diferencia siempre radicará en cómo dejamos el sitio al siguiente, si lo hacemos como hombres y mujeres de fe o, por el contrario, como políticos aferrados a sus sillones. No, no se asuste, no hace falta la imputación para dejar la ‘zona de confort’, que está de moda ahora llamarlo así; puede usted dimitir o lo que quiera que se haga.
Es de admirar, por otra parte, quienes dan un paso atrás -que no al lado, que eso solo sirve para mirar de reojo y poner zancadillas…– y lo hagan de buena voluntad y siendo conscientes de que el tiempo puede devolverles a ese lugar que les ‘pertenecía’. Aunque, amigo mío, si crees que el sitio es ‘tuyo’, quizás no vuelvas a él.
Pero que no se me malinterprete. Todo es encauzable. Hasta los matrimonios mal avenidos se reconcilian, los hermanos enfrentados y los amigos enfadados. Todo tiene sentido cuando obviamos las pertenencias materiales y las ‘propiedades’. Compartir un buen café y una charla siempre ayuda. Mano de Santo me atrevería a decir, si se aparcan los prejuicios y los rencores. Quizá así, dejemos mirarnos los ombligos -quién no lo hace…–, alcemos un poquito la vista y veamos el bosque y no los árboles.
Quizá.