Extraordinaria elegancia

Mucho se habla, en los últimos tiempos, de la proliferación de procesiones extraordinarias en nuestra ciudad y, también, fuera de nuestro término municipal.

Sobre la celebración de las mismas hay opiniones para todos los gustos. Desde las que relacionan estas salidas procesionales con el impacto económico que generan en las arcas de los negocios hoteleros y hosteleros hasta las que critican los continuos y molestos cortes de calles para dichos acontecimientos.

Sin embargo, permítanme que me centre en lo vivido en la tarde-noche de ayer en la feligresía de Santiago con la procesión extraordinaria de la Virgen de la Piedad. 

La cofradía que preside Enrique Espinosa optó por celebrar los trescientos años de la bendición de la dolorosa de Ignacio López en la jornada del domingo, cuando la mayoría de los pocos negocios que aun perduran en el barrio de Santiago están cerrados, por lo que el impacto económico fue insignificante. 

Igualmente, el itinerario fijado dejaba a las claras la intención de molestar lo menos posible a la circulación rodada, incluso cuando es de sobra conocido que el flujo de vehículos en las tardes de los domingos, durante esta época otoñal, es infinitamente menor que el de cualquier jornada laborable.

Ayer, lo extraordinario no se convirtió -como está ocurriendo en otros casos- en ordinario. El regreso de la Virgen de la Piedad a su sede canónica estuvo marcado por la elegancia de una cofradía que contagió al público -florida concurrencia- que acompañó a esta histórica advocación mariana hasta la Real Capilla del Calvario. 

Quizás, la cofradía deba huir en el futuro -visto lo visto- de las tardías horas del Viernes Santo. Pero eso es ya harina de otro costal.

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