Personas que cuando llegan a la meta solo ven una oportunidad nueva para volver a salir, esas personas con un único propósito en la vida: superar lo que se propongan.
Yo, que soy una montaña de despropósitos sí puedo presumir de tener una gran virtud: me rodeo de personas que cumplen todo lo que se proponen, personas que abren el cajón de “pues a mí me gustaría cumplir ese sueño” sin que les tiemble el pulso.
Doctorados, oposiciones, idiomas y metas que separan dudas de respuestas a tan solo 21 kilómetros de distancia. Proyectos y sueños que se cumplen con ese milagro tan bonito que es la voluntad de cada uno.
Triunfadores creo que los llaman. Yo los veo pasar y llegar al horizonte de mi horizonte mientras yo, torpemente, doy vueltas en mi barquita con la sensación de remar con un solo brazo. Remo y remo sin llegar a divisar nunca la mitad de la mitad del camino que ellos recorren.
Indiferentes, ellos pasean indiferentes entre los comentarios ajenos que intentan darles en la línea de flotación de sus propósitos. Sordos de “¿y tú vas a poder?” y oyentes acérrimos de “seguro que al final lo consigues”.
Doble vida vivirán ellos que recorren el camino entre horizontes con la dicha de tener claro que ellos llegarán hasta donde quieran, ellos serán los únicos que decidirán cuando se sientan en el bordillo que separa el querer del poder.
Rodéate de personas a los que les brilla el verbo intentar en los ojos… y es que, querido amigo, no hay mayor triunfador que el que siempre divisa un propósito nuevo justo detrás del propósito cumplido.
¡VIVAN LAS PERSONAS QUE LO INTENTAN CARAMBA!
