Más despropósitos y dos puntualizaciones

Luis Cruz de Sola

Iniciaba mi anterior artículo de opinión, que titulé “Despropósitos”, y a raíz de todo lo que estaba sucediendo en torno a la Hermandad del Prendimiento, indicando que “me niego a creer que todo lo que se dice es verdad y que detrás no existe una historia más compleja y delicada que haga que estemos juzgando por apariencias”.

Pues bien, todo se ha aclarado y, desgraciadamente, todos cuantos me comentaban que no había nada tras el cese del capataz y todo lo que ello ha conllevado, tienen, tristemente, toda la razón. Nuestro Obispado acaba de publicar una especie de nota aclaratoria en la que confirma taxativamente que todo este follón se inicia por “el cese del capataz del paso del Cristo por contravenir éste, supuestamente, una orden del Director de Cofradía”.

Y claro, uno empieza a hacerse pregunta tras pregunta, y siempre en base al citado comunicado del Obispado que, desde mi humilde opinión, no puede ratificar más claramente los despropósitos iniciales, que siguen creciendo y creciendo para vergüenza de tantos como nos llamamos cofrades y nos duele cuanto acaece en nuestra Iglesia.

Sigo enumerándolos:

Despropósito 16: El cese del capataz “debe hacerse con las formalidades requeridas por el Derecho Canónico, a fin de que el afectado pueda ejercer su derecho a la defensa”. Perfecto, pero ¿cuántos cientos, miles, de acuerdos han adoptado nuestras hermandades y un montón de asociaciones de la Iglesia con propuestas realizadas en el punto del orden del día de ruegos y preguntas? ¿Podrá cualquier hermano ahora impugnar todos y cada uno de esos acuerdos sea cual sea la importancia que hayan tenido? ¿No parece, en realidad, que acudir a este formalismo es intentar agarrarse a un cabo ardiendo para justificar lo injustificable?

Despropósito 17: Pero, además, y cuando se cesa a un capataz, que en muchos casos no es ni miembro formal de la hermandad, ¿le asiste el derecho a una defensa? ¿A una defensa de qué? ¿De que no hizo caso a alguien al que tenía que obedecer? ¿De que lo han cesado sin unanimidad en la junta? ¿Tienen entonces las juntas de gobierno, y como consecuencia de lo indicado en el escrito del Obispado, que dar audiencia al capataz, decirle que lo van a cesar, escuchar sus argumentos, y empezar una especie de juicio interno antes de tomar el acuerdo de cesarlo?

Despropósito 18: “A partir de la impugnación realizada por un miembro de la junta de gobierno …/… consta una carta de los últimos cinco hermanos mayores así como un escrito con más de cien firmas de hermanos de la misma solicitando la intervención de la autoridad diocesana para buscar una solución al problema y evitar así un aumento de la división”. Vaya por Dios, ¿y por qué no se ha actuado en ocasiones anteriores, y por casos similares o bastante peores, que han sido escándalo público, y en las que hubo hasta manifestaciones en la puerta del Obispado? ¿No se dijo entonces que los hermanos habían elegido a una junta de gobierno y, poco más o menos, eso es lo que había, que el Obispado no podía entrar en temas particulares de las hermandades?

Despropósito 19: Se nos recuerda que somos Iglesia, que estamos supeditados a la alta dirección del Obispo y hasta se nos indica que esta supeditación está reflejada en el ordenamiento jurídico. Otra vez perfecto, pero también convendría recordar que obediencia o comunión no significan sumisión o servilismo, que en todos los códigos y leyes (eclesiásticas o civiles) se reconoce el derecho de las personas a discrepar en público o en privado (y si no es así comprueben ustedes lo que se dice hasta de Su Santidad y por personas muy cercanas a él), y que estas personas que se atreven a dar su opinión tienen el derecho a que no se les ataque, vilipendie o amenace más o menos veladamente.

Despropósito 20: No quiero, me da pudor, comentar el contenido del párrafo cuarto del comunicado porque demuestra el triste nivel al que estamos llegando.

En este sentido quiero dejar expresa constancia de una primera puntualización: Quiero, soy hermano y me he preciado y precio de mi amistad con Joaquín Perea. No conozco a una persona con más alto sentido de la lealtad con su Iglesia y con su Obispo, sea quien sea, que Joaquín (me río yo de otros muchos que se jactan de su supuesta fidelidad al Obispo). Ha sido el muro y parapeto de muchos guantazos que no iban dirigidos a él. Ha asumido como suyas, me consta, decisiones que no solo no le gustaban sino con las que, incluso, estaba en contra.

Ha ayudado, y mucho, a hermandades y cofrades. Es evidente que habrá cometido errores, muchos ¿y quién no?, pero pensemos todos qué hubiéramos hecho en su lugar andando por una cuerda tantas veces demasiado floja. No tengo ni idea de su grado de implicación en esta historia casi de terror cofrade, pero aunque se hubiera implicado, y mucho, Joaquín no se merece que los cofrades dirijamos nuestra ira contra él.

Los errores gordos vienen de más arriba y todos lo sabemos.

Puntualización segunda: Escribir notas con seudónimos o nombres supuestos es simplemente, de cobardes. Insultar, amenazar, o vilipendiar desde el anonimato, es de personas abyectas y sin educación. Intentar defender unas supuestas ideas atacando a nuestra Iglesia con hechos y frases manidas, es insultar a todos cuantos amamos a nuestra Iglesia y nos sentimos parte de ella por muchos errores que sus miembros hayan cometido y cometan. Quienes realizan estas acciones no son cofrades por mucho que ellos así se lo crean. Son, simplemente, personas viles e indignas de pisar una sola losa de cualquier Iglesia y, aún menos, de vestir una túnica.

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