Directores espirituales

Luis Cruz de Sola

Es un tema incluido en el apartado cofrade de “lo políticamente correcto”, lo que significa que hablamos muy poco abiertamente y mucho en tertulias y corrillos. Y es que, salvo excepciones, obviamos cualquier comentario público de aquellos sacerdotes que según dice el famoso “libro verde”, “representan a la Autoridad Eclesiástica dentro de la Hermandad y Cofradía, asesorando a ésta religiosamente en todo su quehacer, y orientándola a la búsqueda de la mayor gloria de Dios, del bien público de la Iglesia y del bien espiritual de los hermanos en conformidad con los Estatutos de la Hermandad”.

La mezcla de respeto hacia lo que representan, de desconocimiento de nuestros derechos por nuestra parte, del sentido de la obediencia (nunca habrá en la Iglesia asociaciones más disciplinadas, aunque protestemos, que las hermandades), de negativa experiencia de casi humillación de los pocos que alguna vez han dicho que “hasta aquí hemos llegado”, de consideración hacia quienes entregan su vida a Dios y a su Iglesia, de temor a que levantar la voz pueda suponer un problema para tu hermandad, de cariño hacia aquellos con los que tratamos con asiduidad, y hasta de cobardía, consiguen que callemos casi con sumisión e, incluso, que los justifiquemos en muchísimas ocasiones hasta inculpándonos nosotros mismos.

Los hay buenos, claro que sí, y sus hermandades están encantadas con quien, de verdad, asume que tiene que “apoyar a la Junta de Gobierno legítimamente constituida, respetando escrupulosamente las competencias de la misma, y fomentando siempre el cumplimiento de los propios estatutos y los legítimos acuerdos de la Hermandad, evitando cualquier forma de arbitrariedad.” (Otra vez el libro verde).

Los hay “cofrades”, peligrosísimos, porque terminan queriendo ser hermano mayor, mayordomo, vestidor y lo que sea, intentando mandar más que nadie para que se haga lo que él quiera o guste. Los hay “no cofrades”, que, en general, no quieren saber nada de nosotros por las razones que fuera, pero que suelen hacer el esfuerzo de intentar ayudarnos y corregirnos sin meterse en honduras. Los hay caprichosos, tocapelotas, que imponen su ego personal por encima de la lógica, que les da igual decir desde el púlpito o en voz alta consideraciones contra la hermandad o, peor, contra quién no está de acuerdo con él. Los hay que “pasan” de nuestras hermandades, no les gustan e intentan reducir al mínimo cualquier relación, olvidándose que tiene obligaciones que, además, les ha impuesto el Obispo a quien representan como hemos leído anteriormente. Los hay que se niegan a que en “su Iglesia” entre una hermandad por más peticiones, deseos o ansias que existan, con la excusa más que conocida de que “no hay necesidad pastoral”, que esconde, con una pizca de hipocresía, aquello de que “no quiero hermandades porque solo generan problemas” y oculta que una hermandad da trabajo, mucho trabajo si se asumen, de verdad, las responsabilidades que les otorga las normas.

Los hay que se esconden tras el obispo cada vez que dicen algo, aunque todos sepamos que nuestro Pastor está en “otro nivel” y no ha entrado jamás en aquello que nos dicen.
Algunos directores espirituales son los “deseados”, los que todos queremos para nosotros. De otros nos da miedo hasta decir su nombre. A todos, sin excepción, los toleramos, les cogemos cariño, intentamos sobrellevarlos, escuchamos sus peroratas a veces con las tripas revueltas, soportamos salidas de tono, intentamos ser cercanos y ayudarlos en lo que buenamente podemos, asumir trabajos y esfuerzos, sentirnos parroquia e Iglesia, quererlos, en definitiva. Pero qué difícil es en algunos casos, caramba, sobre todo cuando aflora esa soberbia que algunos dicen que es inoculada en vena en los seminarios y que tiene el efecto de ir aflorando más y más cuanto mayor se van haciendo. Qué duro es sentir que confundan la obediencia con el servilismo y te traten, desde las supuestas alturas del conocimiento, como a niños descarriados, como casi a tontos.

Tengo un muy bien amigo sacerdote, tres veces doctor, humano y cercano. Una vez me dijo, hablando de estos problemas: “no te engañes, Luis, los curas tenemos la culpa del 95 % de los problemas de la Iglesia, y te digo el 95 % siendo muy generoso”. Pues en el caso de algunos directores espirituales ¿a qué va a ser verdad?

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