Lo malo fue muy malo; lo bueno, insuperable

Aunque los aspectos negativos se hiciesen notar, la Semana Santa de 2022 quedará marcada por el reencuentro

Se acabó. O volvió a empezar. En el recuerdo quedará esta primera Semana Santa pospandemia Covid. Más de 1.000 días después, volviendo a la llamada antigua normalidad, aunque con muchos matices. En lo positivo, pero también en lo menos bueno.

El contexto

Esto es importante, porque una Semana Santa como la de 2022, en mi opinión, podría ser perfectamente catalogada de “mala”. Sin tapujos. Lo bueno nos ha sabido mejor que nunca, pero lo malo no es que lo hayamos magnificado: es que ha sido muy perjudicial para las cofradías. Tanto para su imagen como para su fuero interno.

Pero también parece claro que ciertas decisiones tomadas durante la Cuaresma y la Semana Santa de 2022 son fruto de la impaciencia, de la poca reflexión y del evidente nerviosismo generalizado entre los cofrades jerezanos. Dos Semanas Santas y casi 3 años de calendario después, las hermandades tenían que poner lo mejor de sí en la calle. En algunas ocasiones, esto no fue así.

Ha sido una Semana Santa extraña, rara, de momentos muy buenos, excelsos. Pero también de momentos muy malos y que no deben repetirse. Y es que no cabe otra que el examen de conciencia de cada uno, sobre todo quienes tienen cargos de responsabilidad.

Lo malo

Las responsabilidades se depuran si se quiere. Los momentos más esperpénticos de esta Semana Santa se han vivido en al menos 3 de las 9 jornadas de nuestra Semana Mayor. Un tercio de las jornadas han estado marcadas por hechos negativos que serán difíciles de olvidar y que, sin duda, marcan los propios días en los que se produjeron.

Que las cofradías de Lunes y Martes Santo se precipitaran es fruto de, nada más y nada menos, la impaciencia y las ganas. Eso no se duda. Nadie sale a la calle a estropear su patrimonio, a poner en riesgo la salud de sus nazarenos, costaleros o músicos, entre otros. Pero las decisiones no son asépticas. Contienen una enorme carga emocional que, en ocasiones, pueden llegar a nublar el raciocinio. Y quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra. Es un hecho que al trasladar este fenómeno a una reunión trascendental, como la de salir con riesgo de agua, esto adquiere unas dimensiones mayores.

Y es que seguiremos escuchando a quienes conforman el pleno de hermanos mayores ir a decenas de entrevistas y hablar del manido (pero real) término “patrimonio humano”. Nadie está exento de equivocarse, pero cuando los riesgos son tan evidentes (hasta 15 mm. llegó a predecir la Agencia Estatal de Meteorología), la equivocación parece más una cuestión de inconsciencia. Pareció, por momentos, una espiral de histeria colectiva en la que si unas salían, otras también. Y si me disculpan, no todas tienen lo mismo que perder. Parece que hay datos de nazarenos pospandemia: 650 nazarenos menos que en 2019, misma cifra que en el año 2016. Veremos el año que viene, porque hay muchos nazarenos que no ocultan su enfado. Y en sus cofradías, lo saben.

Siguiendo con la depuración de responsabilidades, diremos que echar balones fuera y rebotar un comunicado con alguna media verdad no es propio de una cofradía tan señera como trituradora de capataces y costaleros. Ni una palabra desde la Noche de Jesús hasta el Domingo de Resurrección, inclusive. Ni una explicación de por qué no se puso remedio a un hecho tan doloroso para sus hermanos como triste para quienes lo sufrieron en sus propias carnes. Nada de si es cierto que no llegaron a ver un solo ensayo y así poder atajar el problema. Mi respeto a quienes lo sufrieron, costaleros y, por supuesto, nazarenos.

Los retrasos generalizados no tienen sentido. Llegar más de 20 minutos tarde siendo la primera en palquillo no tiene explicación lógica que no pase por un problema importante: un varal, unas potencias… Tener plantada la Cruz de Guía de la siguiente cofradía durante minutos a las puertas de Carrera Oficial, tampoco. Tenemos la excusa de que este año era especial. Pero esto también es un debe.

Ahora pongo a los medios de comunicación frente a un espejo. Todos, incluido este, debemos ser conscientes de quiénes protagonizan los días pasionales. Y no somos nosotros. Nos falta, en algunos casos, cierta humildad. Tampoco ayuda hacer entrevistas a nazarenos o capataces para encontrar rápidamente la noticia habiendo otras fuentes. Pero lo que de verdad nos falta es respeto: mutuo y a quienes disfrutan de las cofradías en la calle. Hay muchas formas de ofrecer un buen producto mediático que no pase por meter una cámara dentro del palio de la Amargura. Lo pienso de veras y sin ganas de polemizar. Que se fíen de mí, que pregunte a otros compañeros. Porque si nos lo permiten, todos podríamos hacerlo. Y me van a perdonar, pero no podemos convertir nuestro trabajo en una jungla de “a ver quién sube más la cámara”. Si convertimos esto en hacer nuestro trabajo sin importar que el resto pueda hacer el suyo, malo. Muy malo. Sirva esto, respetando el trabajo de todos, para que tengamos claro nuestro papel.

Por último, Jerez necesita un Domingo de Resurrección que sea, de verdad, el broche a la Semana Santa. No un escaparate para volver a casa si nos llueve. Porque, quizás no sea el espíritu, pero lo parece. La falta de protagonismo de la Hermandad de la Resurrección en la tarde de ayer es sonrojante. Aunque, dicho sea de paso, la propuesta de la cofradía catedralicia deba ser más ambiciosa. Esperamos con ambición el plan del Consejo y la cofradía de Gloria.

Lo bueno

Para acabar con el buen sabor de boca, lo más positivo.

En lo positivo, también los medios. Fueron días duros en los que las informaciones se cruzaban y que eran difícil de sintetizar. A todos los que llevaron la Semana Santa de Jerez a sus casas y que informaron al minuto de lo que sucedía en estos días tan enrarecidos, enhorabuena. Y por supuesto, el trabajo de Rocío del Ojo, secretaria segunda del Consejo Directivo de la Unión de Hermandades y Diputación de Organización Interna, junto a su equipo, que mantuvo al tanto de todo a los compañeros que hacemos la información cofrade en Semana Santa. Quede por escrito mi reconocimiento público. También las televisiones locales, que recuperaron la cobertura de los mejores años.



Pasemos a lo cofradiero. La Entrega y Guadalcacín. Dos y uno a la vez, en el centro de la ciudad, para demostrar que son capaces de llegar con la fuerza suficiente hasta San Juan de Letrán y, si se ponen, hasta la Catedral. Resultado muy positivo. Enhorabuena a todos: nazarenos, cuadrilla, capataz, junta de gobierno y a sus vecinos. En 2023, salir de un templo cercano al centro y volver a Guadalcacín sería una opción tan viable como atractiva. Nada que no se haya pensado ya.

La Defensión, La Cena y La Viga. Por poner cordura con los mismos pronósticos que el resto de cofradías de sus jornadas.

Las cuadrillas de costaleros, en general, han transmitido un saber estar y una elegancia muy difíciles de alcanzar tras dos años sin ensayos. Mi enhorabuena a todos, pero me quedaré con 3 palios: Desconsuelo, Dolores y Soledad. Para mí (ni entiendo ni lo pretendo), la excelencia estuvo aquí. Repito, las cuadrillas ofrecieron un trabajo muy fino, pero ahí quedan mis gustos personales.

Volver a ver a la esencia misma de la ciudad: el Prendimiento, el Nazareno y el Cristo, entre otros, me reconciliaron con una Semana Santa que en pandemia se me alejaba del recuerdo.

La saeta, de nuevo en la calle. Un arte que se cultiva en pequeñas cantidades, pero que alcanzan su máxima potencia cuando Santiago y La Plazuela se echa a la calle. Especial mención a los Zambos, que nunca fallan, y a tantos y tantos que calmaron sus pulsos para cantar sin vacilaciones cuando las piernas tiemblan.

El Santo Crucifijo devuelve a la calma el lugar por el que pasa. El nerviosismo de la noche se convirtió en calma por San Miguel.

Y para quien haya llegado aquí, seguro que sabe de lo que voy a hablarles. De los ritos de la Semana Santa. Esos que han vuelto para quedarse si Dios quiere. Las previas de cada jornada con la familia y los amigos son aquellas cosas que echábamos realmente de menos. Volver a abrazarse, a sentir como tu compañero arrima el hombro contigo debajo del paso, a revestirse de nazareno tras una rato en fraternidad. Eso, en mi opinión, ha sido y será siempre lo más positivo de nuestra Semana Santa. Porque las cofradías las hace la gente que forma parte de ellas. Por eso, aunque los aspectos negativos se hiciesen notar, la Semana Santa de 2022 quedará marcada por el reencuentro.

Quedan 349 días para el Domingo de Ramos de 2023.

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