Los caminos de Dios son inescrutables, “pues sus proyectos no son los míos, y mis caminos no son los mismos que los vuestros, dice el Señor” (Isaías 55,8). Y es la única explicación que podemos encontrar cuando alguien, a ojos de los mortales, no debía haberse ido todavía. Es el caso de Juanma Ballesteros. Un enorme costalero, pero mejor persona.
Un hombre de la Virgen que se ha marchado con su dolorosa de las Angustias de su Hermandad de los Gitanos, de la que fue costalero. Histórico costalero que pasó el peaje y quiso echar raíces cofradieras en Jerez. Con sus amigos, a los que cuidaba y con los que compartía trabajaderas. Comenzó en La Amargura, aunque también hizo nuevas amistades, entre las que ojalá me considerase. Así lo hago yo. Porque se cortó la coleta en mi cuadrilla de la Pastora de San Dionisio. Y se rio y me dio largas cuando le pregunté qué tenía que hacer yo para que no se retirara: “si esto no pesa na, Ballesteros, déjate de rollos”. “No puedo”, contestó.
Esa fue mi última conversación con él. Pero recuerdo aquellas noches de verano hablando “de pasos” en Tornería con otros muchos amigos que hoy por hoy conforman esa cuadrilla de costaleros de la Pastora.
La resignación es el único escenario posible. Habrá que mirar hacia adelante y empujar como los “gorilas en la niebla”. Descansa en paz, Ballesteros. Gracias por tu amistad, camastrón.
Se nos ha ido un Costalero con todas sus palabras pero tmbien una gran persona. Bsos pal cielo compadre, te echamos d menos.