Permítannos que demos nombre al editorial usando el título de la película dirigida por Stefan Bartmann en el año 2021, ya que es el que mejor define lo acontecido este domingo alrededor de la procesión del Corpus Christi por las calles de Jerez.
Salvo en la calle Larga y en la Alameda del Banco, enclaves exornados con alfombras de sal y algunos altares dispuestos por las cofradías de Jerez, el Santísimo Sacramento recorrió gran parte del itinerario con poco público.
Y, sinceramente, no creemos que la frivolidad de pasar la procesión a la víspera de la Solemnidad del Corpus Christi, como se viene apuntado en los últimos días desde las altas esferas episcopales y cofrades, sea la solución a esta “desidia eucarística” que actualmente impera en nuestra sociedad, propiciada por la falta de formación existente, aunque después de los últimos acontecimientos todo es posible en Asidonia-Jerez.
Sin embargo, lo que más nos sorprendió de esta jornada fue la prohibición expresa del Obispado a que tres de las corporaciones que instalaron altares en la Alameda del Banco para engrandecer aún más si cabe esta Solemnidad -Perdón, Redención y Buena Muerte- pudieran trasladar con dignidad sus imágenes a las respectivas sedes canónicas.
En los tiempos que corren, en los que el laicismo nos gana terreno constantemente, es escandaloso ver imágenes sagradas tapadas regresando a sus templos, como si molestaran su presencia en las calles de nuestra ciudad.
Lo que en los primeros meses del episcopado de Rico Pavés parecía pastoril, ahora se vuelve prosaico. Nos da la sensación que se están dando pasos hacia atrás. Quizás estemos regresando al pasado.