Me importa muy poco lo que diga hoy el calendario. Me importa mucho menos de lo que yo le importo a él. Me importa tan poco que hoy arranco las hojas que tenga que arrancar para que sea el 19 de marzo, el día del padre.
Los padres, el tuyo, el mío, los que se fueron y los que vendrán. Los padres, esas personas que miden el tiempo con pellizcos de amor, esas personas que tienen siempre la hora marcada de un buen consejo.
Mi padre, ese torero que sin estar anunciado en el cartel torea hasta al sombrero con tal de que yo no salte torpemente desde la barrera.
Los padres, el tuyo, el mío los que se fueron y los que vendrán. Los que soltaban esa bendita frase que tiraba por tierra tantas dudas: “no te preocupes, vete que yo se lo digo a tu madre”.
Suspiros al aire en el regazo de una madre, eso es un padre.
Los últimos segundos de “Hosanna in Excelsis” no son más que calderilla barata comparados con el sonido de la mirada de un padre…la única mirada que suena a un “estoy pensando en ti” eterno.
La huella de un padre apenas se marca en la arena, la tuya se marca infinitamente más. La huella de un padre dura menos, la tuya dura infinitamente más. Cosas de la vida, si buscas tu huella siempre la encontraras ahí, detrás de la de tu padre.
Benditos relatos con final siempre feliz. Benditos relatos que subrayan el alegato de la vida, de tu vida.
Nada en el mundo llegará jamás a estar a la altura del “yo confío en ti” de un padre.
Que vayan pasando los días, los meses, los años. Que vayan pasando que yo me quedo aquí, de la mano de mi padre.
Solo le pido a la vida ser un telonero que esté a la altura del eslabón que me dio el primer beso de verdad…el beso de un padre siempre es de verdad, tenga la prisa que tenga, siempre es de verdad.
¡VIVAN TODOS LOS PADRES CARAMBA!
