Más niños como Manuel y, ya de paso, menos odio a las costumbres andaluzas

La opinión de Alejandro Melero

Las redes sociales, ese estercolero. Un lugar en el que, aunque te empeñes en creer en su utilidad, siempre hay alguien deseando verter su maldad y sus prejuicios. Un espacio en el que en las últimas horas hemos comprobado hasta dónde puede llegar la mezquindad de muchos por la saeta de un niño (¡un niño!) a un Cristo.

Manuel Monje, niño prodigio en las cosas del cante flamenco y con una proyección hasta ahora incalculable, ha recibido de los más miserables decenas de comentarios en la red social X (Twitter) por un vídeo viral en el que canta una saeta al Santísimo Cristo de la Expiración. No reproduciré ninguno ni adjuntaré el vídeo, al que le han salido al paso decenas de andaluces que se han sentido también vejados por parte de otros al entender que se hacía burla de un menor, en primer lugar, y posteriormente de las costumbres propias de esta tierra. Las denuncias al vídeo son constantes y, de momento, la red social no lo ha retirado.

Dejando de lado la cuestión de Manuel, al que me gustaría decirle personalmente que no deje de ser como es y siga haciendo las cosas que le hagan disfrutar, podríamos hablar largo y tendido de la eterna vejación a nuestras costumbres, religiosas o no. Aunque centrándonos en los asuntos de la fe, las críticas hacia nuestra Semana Santa vienen de parte de personas ávidas de encontrar un renuncio, el traspiés de alguien que se dice cofrade, para poner a parir al resto.

Y hay donde escoger, porque el carnet de persona cabal no se pide por la calle para ver una procesión (ni siquiera para hacerse hermano de una corporación) o para hacer productos sensacionalistas y alejados de todo decoro que se dicen cofrades. Si no, no veríamos gritos indecentes y petaladas a un guarda de seguridad. Ya me entienden…
Eso sí sale en televisiones nacionales. Lo que nunca verán es el palio de Salud y Esperanza, sobre los pies, frente a la casa de una vecina del Polígono de San Benito que no puede salir a la calle. Este año; el artífice, Manuel Alejandro Oliveras. Es más noticiable el protagonismo y la ordinariez que la verdad que entrañan las cofradías.

Porque nuestra cultura, la andaluza, se ha vendido como Marca España (término tan manido como absurdo) por todo el mundo como un símbolo de alegría, bienestar y disfrute. Pero la realidad es que, dentro de nuestras fronteras, los detractores de la misma se hacen notar y mucho. Y si a esto le sumamos que quien hereda esa cultura -un niño- destaca sobre el resto por un talento innato, apaga y vámonos.

Manuel seguirá siendo un niño y ojalá nunca deje de hacer lo que le gusta, le emociona y sabe hacer como pocos. Cuando sea adulto verá que la mezquindad de muchos no tiene límites.

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